La vida nos pone a prueba en muchísimas ocasiones, pero nadie imaginaba una experiencia como la que estamos viviendo. No soy sanitario, ni policía, ni trabajador de los servicios de limpieza; tampoco suministro alimentos. No soy agricultor, ni pescador, ni camionero, ni bombero, ni periodista, ni conductor; ni siquiera soy un político con responsabilidad de mando. Mi labor de profesor ahora no es un servicio esencial. No soy un héroe como todos los trabajadores mencionados anteriormente; pero sí preparo, de la mejor manera que puedo, como muchísimos profesores y profesoras, a los héroes del futuro, para que nuestra sociedad sea mejor.

Las tecnologías, que a algunos nos parecían frías y deshumanizadas, ahora se han convertido en un instrumento indispensable en el campo educativo. Por ello, entre las muchas lecciones que deberemos sacar de esta crisis mundial, es evitar la brecha digital, y garantizar el acceso universal a internet, para que todos puedan beneficiarse de las ventajas que nos brindan las TIC, vivan donde vivan las personas y tengan el poder adquisitivo que tengan.

En mi experiencia como profesor me siento afortunado. Desde que comenzó el confinamiento cada día me levanto a la misma hora de siempre o incluso madrugo más. Con las primeras luces del día, mientras observo los naranjos llenos de azahar ajenos a la pandemia, me pongo a trabajar con mi tableta para preparar las clases. Espero con ganas y nervios que todo salga bien y la aplicación con la que me conecto no falle. A las 8:45 ya tengo adolescentes esperando su clase. Noto alegría en los alumnos al vernos por la cámara o escucharnos hablar por el micrófono. Compartimos los temas digitalizados, hacemos tareas que corregimos en la misma sesión, resolvemos dudas, incluso alguno de ellos expone sobre una escritora española de prestigio mientras todos lo vemos en la pantalla. Viendo cómo interactúan entre ellos y conmigo intuyo que tienen ganas de trabajar. Creo que casi todos los estudiantes están siendo responsables y van colgando diariamente el trabajo que realizan en su carpeta personal en la nube. Clase tras clase me abstraigo de la angustia colectiva que estamos viviendo. Uno de los primeros días compartimos la cita de Cervantes que viene al pelo en este tiempo: Sábete Sancho€ todas estas borrascas que nos suceden son señales que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Reflexionamos sobre la sabiduría que se encierra en el Quijote y su vigencia actual. Los alumnos me sirven de terapia y yo intento poner mi granito de arena en la educación diaria de ellos, como lo hacen infinidad de compañeros de profesión en sus clases de Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato, Formación Profesional, Universidad€

Trabajando en línea entramos en las casas de nuestros alumnos, nos sentimos observados con una especie de VAR futbolístico; nuestra responsabilidad es mayor. Este reto al que nos enfrentamos deberemos convertirlo en una ocasión para desarrollar una ética digital y también hacer entender que todos tenemos derecho a la desconexión. Los profesores que estudiamos en la EGB hemos tenido que ir adaptándonos a los cambios vertiginosos en la tecnología; nos hemos reciclado diariamente y tenemos que ayudar, como educadores, a superar los golpes de la vida a nuestros alumnos, erguidos frente a todo, ya que la oportunidad de aprender de otra manera es apasionante.