Estamos demasiado enamorados y habituados a nuestra vida usual y cotidiana. Está ésta inserta en el escándalo, en el ruido, en los movimientos, en la aceleración, en los pensamientos cortos y automatizados, en las relaciones fuertes, directas y poco profundas. Ir y volver al trabajo, llevar y traer a los hijos al colegio, ir y volver a la compra, acelerar en las actividades caseras por la falta de tiempo, contactos momentáneos con los conocidos, vecinos, compañeros de trabajo y esto, ademas enajenados en la necesaria atención a la correcta operatividad de la acción.

Ahora, en el refinamiento temporal obligado, cuando las condiciones de vida pasadas han cambiado, nuestra primera reacción ha sido el mareo, la desorientación, la locura y desesperación ante la perdida de los movimientos cotidianos y de las costumbres establecidas e impuestas. Acampar en el bosque de nuestros propios pensamientos nos produce vértigo y miedo.

El sistema social y económico ha dejado de dominarnos durante un tiempo, y absurdamente, nos cuesta demasiado vivir en nuestra libertad aun siendo en tu casa. Nuestra creatividad ha sido dominada, destruida y anulada y ¿ahora yo que hago libre, aun sin salir de casa y con todas mis comodidades? En ello, sin el quehacer actual, sin los usos y costumbres generalizados y normalizados, nos sentimos como peces fuera de la pecera. Si que es cierto, que esta reflexión incumbe a muchos, pero no a todos, mejor, en muchos tiene una mayor aplicación y en otros la tiene difícil, pero no imposible. Autores, Científicos, Filósofos, literatos han buscado la máxima soledad y el olvido para realizar sus obras, para construir sus pensamientos, para ordenar sus temáticas o para darles la forma correcta de la trasmisión.

El cambio nos da miedo y nos escondemos mutuamente en la inacción popular de la variabilidad.

Los que tengamos familia podemos hasta quedarnos sorprendidos de las conversaciones que podamos tener con tu hijo o hija u observarlos con detenimiento y ver cosas que casi desconocías, y podemos hacer cosa y quedarnos maravillados de aquello que jamás pensásemos que pudieras hacer, dibujar, dialogar, escribir, leer, hacer manualidades o podemos encontrar momentos de sosiego y tranquilidad haciendo labores caseras, tanto ellos como ellas que habitualmente no hacíamos, y podemos descubrir, digamos y por ejemplo, la música clásica para pasear por tu casa o revivir estas canciones tan antiguas que teníamos escondidas por algún lugar de ella.

Es más podemos sorprendernos al conocernos mejor y darnos cuenta de aquello que mas echamos de menos. La inactividad nos puede llevar a tener aquellos momentos de reflexión propia que tanta falta nos hacia para llegar a construir pensamientos muy útiles sobre tu persona. El conocerse así mismo solo se puede hacer fuera de la contaminación acústica, visual y emocional, digamos, a las que estamos inmersos todos y cada uno de los días. Los solitarios son marginados y mal vistos, cuando huir de las muchedumbres, el ruido y la normalidad, pude ser el mejor camino para llegar a verdades vitales muy útiles. El aprender a gratificarnos de la tranquilidad, sosiego y la reflexión es, sin duda, algo muy constructivo para cada uno de nosotros.

Cual cambio rotundo en el andar normalizado te puede llevar a una metamorfosis grande en cuanto a ti mismo. El fenómeno puro de nuestra persona tan escondido puede surgir y entender que pensamos, creemos, queremos y sentimos y lo que pensamos,lo que creemos y y lo que sentimos de nosotros mismo.

Desde que llegó la revolución industrial y las muchedumbres cosmopolitas comenzaron a formarse, es donde la mayoría de la sociedad, menos la aristocracia y burguesía, perdió su libertad referida al dominio de su tiempo. Cambiadas las condiciones de trabajo y humanas, seguimos igualmente unidos a una normalización y esclavitud horaria que nos impone como funcionamiento temporal obligatorio, a la inmensa mayoría, en nuestras actividades y obligaciones. Ya como dijo aquel, el ser humano somos producto de nuestros usos y costumbres que condicionan y configuran nuestra naturaleza. De esto no somos conscientes y nos creemos como base ontológica propia y nuestra, lo impuesto como base metodológica actual.

El ser positivo es un acto voluntarioso. Decir que lo bueno o lo malo no existe, seria una mentira, pero el aceptar que las condiciones normales mas o menos desagradables se pueden convertir en momentos útiles para ciertas labores o conclusiones, sí es una verdad.