No creo que sea el único que ha escuchado a algún familiar o conocido suyo decir que si algo bueno trae la cuarentena de Covid-19, es que, por lo menos, las emisiones de contaminación en las grandes ciudades han disminuido considerablemente. Sostiene que un parón de la actividad económica a escala mundial tendrá la consecuencia positiva de reducir aunque sea marginalmente el impacto negativo del ser humano sobre el medioambiente.

Creo que no podrían estar más equivocados, ya que si hay algo que se necesite para cambiar a un modo de producción más sostenible es dinero. Y eso es precisamente lo que nos va a faltar con la crisis que se avecina. El dinero que se requiere para una transición ecológica es el que estamos perdiendo en estos momentos. Y el aspecto económico de la crisis que se avecina, a diferencia de otras anteriores, queda eclipsado por el problema del calentamiento global, al que no vamos a ser capaces de sobreponernos mientras volvemos a revivir 2008, o peor aún, 1929.

Aunque los animales estén volviendo a algunas áreas urbanas y parezca que, con la humanidad confinada entre cuatro paredes, la naturaleza recupera poco a poco lo que es suyo, lo cierto es que esta epidemia va a acelerar el ritmo de deterioro del planeta a niveles nunca vistos. Hagamos todos un esfuerzo para que, cuando llegue el momento de reactivar la economía, no sea a costa de futuras generaciones.