Imagino que habréis recibido cartas de todo tipo. Pero aun así tengo la necesidad de escribir, para homenajearos.

Recuerdo cosas de mi niñez; mi abuela hacía magia ¿Sabéis por qué? Muy sencillo de explicar: cuidaba de su madre, de la madre de mi abuelo (su marido) y de mí; que era muy pequeñita (como la mayoría de abuelos de los años 60, cuidaban de sus nietos, mientras nuestros papás trabajaban), más el resto de quehaceres que tuviera pendientes la mujer. ¿Veis? Por eso era maga, y, de las buenas. La veo pasar ante mí, secuencia a secuencia, como si de una película se tratara. Incluso ella, con qué delicadeza y ternura me hablaba de su abuela Manuela.

La cuestión, no es quién os cuide, sino cómo; qué calidad de vida tendréis€ qué queremos para vosotros. No sólo hay que respetaros y cuidaros, también os hace falta una buena dosis de cariño, de atención€ cuando nos contáis vuestras batallitas.

Muchas de las cosas que hemos aprendido, nos las habéis transmitido vosotros, transmitidas a través de generaciones. Quién no ha escuchado alguna historia que le ocurrió a un familiar, incluso alguna situación que resolvió de esta u otra manera€ siempre nos estáis enseñando; qué incondicionales.

Con qué paciencia y esmero, con qué cariño y dedicación nos habéis tratado; sois como un tesoro guardado en un baúl, esperando que alguien lo abra. Pues€ ¡Sorpresa! Seguís siendo fuente inagotable de desvelos y sabiduría.

Con todo mi cariño.

¡No sois voces calladas!