Los españoles de hoy en día debemos reconocer el valor y el arrojo de todas aquellas personas que, bajo la dictadura de Franco, arriesgaron sus vidas por la libertad. No se cansaron de exigir una "libertad sin ira" y al final lo consiguieron. Gracias a ellos, gozamos de un sistema democrático consolidado. Cierto es que no se cumplieron todas sus reivindicaciones, pues algunos hubieran preferido una república antes que una monarquía parlamentaria. Pero también es verdad que el camino para conseguir ese cambio no está cerrado, pues la Constitución establece qué pasos hay que seguir para hacerlo efectivo.

Es esa misma libertad la que ha permitido a algunos partidos políticos alcanzar unas cuotas de poder inimaginables en otros tiempos. Ahí tenemos, por ejemplo, a Unidas Podemos con varios ministerios y una vicepresidencia. Y aquí surge un problema, pues ese poder ha transformado su forma de pensar, sus anhelos y prioridades. Les ha alejado de la verdad que rige la condición humana. Ahora, cuando son ellos los que legislan, ha desaparecido de su discurso la palabra libertad. Ya no la necesitan y parece que tampoco la desean para los demás, para los partidos de la oposición o para todos aquellos ciudadanos que no piensan como ellos.

Ahora se han enseñoreado de la palabra igualdad, que para ellos es un simple sinónimo de uniformidad. Nos quieren vender que existe un derecho que está por encima de cualquier otro: el derecho a la igualdad. Y claro, esa igualdad solo la conseguiremos si todos nos regimos bajo una misma ideología, bajo un pensamiento único. Y será el Estado, que para ellos es lo mismo que decir el Gobierno, el que tendrá derecho a regir nuestras vidas de un único modo, a través de la institucionalización obligatoria de lo público: los medios de comunicación, la banca, las empresas, los campos y granjas, la escuela y la universidad, las viviendas y hasta los automóviles pertenecerán al Estado. Nadie echará de menos el derecho a la libertad, pues no existirá la opción de elegir: la oferta será única y estatal.

Pasará el tiempo y es más que seguro que una nueva generación de valientes volverá a alzar su voz, al igual que hicieron otros durante la dictadura de Franco o los que propiciaron la caída del Muro de Berlín, exigiendo de nuevo y sin ira esa libertad que el Gobierno actual nos quiere arrebatar.

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