Cansado me encontraba de las inoperancias de los tribunales superiores de justicia siempre atado de pies y manos por elementos políticos o sumiso al poder ejecutivo. Montesquieu se echaría a reír cuando viese la puesta en práctica de su división de poderes en España. Que sea el pueblo el que pueda apelar a esta configuración, y me llena de satisfacción ver que el último juez del pueblo más pequeño pueda pedir responsabilidades al gobierno. Que el Judicial, en función del Legislativo, pueda, parece ser y por fin, pedir, unas responsabilidades en sus actos y quehaceres al poder Ejecutivo. Esto sí que supondría una división fáctica, práctica y real de la división de poderes. Se acabaría con que el legislativo pudiera ejecutar sus actos gubernativos como apreciase en función de sus inclinaciones o intereses. Que el presidente o político, cual fuera, de tal lugar o del otro partido, supiera que sus huesos pudiesen acabar en la «trena» en el caso de que no cumpliera, como cualquier otro ciudadano, las operaciones, motivos y fines que las leyes imponen. La ley debía estar por encima de los individuos. Maquiavelo, no lo sigan, porque él hablaba de política y no de derechos humanos.