Y paseaba por el cauce del río y me sentía el tontísimo del pueblo y tenía vergüenza de andar entre la gente con mi, baratita, pero suficiente mascarilla. Aterrorizado me puse a contar y a sacar cantidades comparativas entre los que íbamos con mascarilla y los que no la llevaban. Las cifras me producían escalofríos, incomprensión y extrañeza€.que ¿uno de cada diez?, ¿diez de cada cien?, ¿un noventa por ciento sin mascarilla?. Trataba de ir entre los caminos rasurados por el paso entre en césped pues los caminos laterales estaban alborotados de gente sin mascarilla y me preguntaba hasta donde llegaban la conciencia de todos aquellos o me decía que sino era yo, simplemente el tonto del lugar, el "pringadito" que llevaba la "molesta" mascarilla.

Pero, ¿es tan difícil comprender su necesidad?, o ¿somos los "tontos" alarmistas los que sacamos las cosas de quicio y tomamos acciones exageradas y desmesuradas? O me dije quizás el ansia por salir nos lleve a salir sin mascarilla y a continuación me decía ¿que se disfruta menos del paseo con ella?

Estos momentos y lugares seria el momento oportuno para hacer un estudio científico y psicológico de los diferentes pueblos al observar, estudiar, concluir y meditar como nos comportamos entonces. ¿Qué nivel de civismo tenemos para con los demás?, ¿Qué nivel de responsabilidad?, ¿Cual es nuestra visión de la realidad?. Es muy descriptivo de la idiosincrasia propia del lugar, la capacidad de tomar las mínimas precauciones. Leí, en un periódico que no recuerdo cual era, que el alcalde de una gran, muy gran ciudad europea tuvo que amenazar a sus ciudadanos con ir a la vuelta al estado de alarma si no eran capaces de cumplir unos requisitos mínimos de seguridad, mientras que imágenes de otras urbes europeas veíase el comportamiento cívico y cumplidor de la ciudadanía.

Pasaban por el pasillo dejado por entre dos coche de policía y no veía en ningún momento una advertencia, al menos, por parte de los agentes del peligro de la acción...al ver esto tuve que repasar el asunto de las fases y pareciase que se podía salir, en pareja pero siempre será a montones, a la calle, con la supuesta, y nunca cumplida distancia de dos metros entre los contertulios. Los grupos se amontonaban en muchos lugares.

Pero bueno, tuve que suponer que todos estaban dentro de la ley y mi parálisis en el conocimiento aumentaba...¿gente muriendo y otros contagiándose todavía y no había una obligación oficial de ir por la calle con mascarilla? O, y lo que es más grave, ¿las miras del peligro no llegaban más lejos?

Y trataba de comprender, esquivando arboles en lo más profundo del río, si ¿era tan difícil, complicado e imposible hacerse con o comprar, o repartir unas mascarillas en mínimas condiciones?, pero ¿de verdad produce un desequilibrio económico a aquellos que veía pasear con calma por el río comprarse unas?€.con el dinero de las peores zapatillas que llevaba algún corredor sin ella, se hubiera podido comprar mascarillas para todo un mes. Entiendo que en las pruebas de las olimpiadas no se pudiesen llevar, pero yo había salido a correr esa misma mañana y a un ritmo normalito y si no tuvieses que batir el récord mundial de recorrer el cauce del Turia, vas con normalidad con ella.

Mi animo se decaía cuando comprendía que sin la psicosis y terror la gente no es consciente del peligro, sin la libreta de multas la gente pierde el temor, si no nos machacan constantemente de los peligros, si no nos asustan y nos hacen entrar en la desesperación, la normalidad nos lleva a la imprudencia.

Y ya, yéndonos muy lejos, culturas y países orientales en las que las imágenes, sino nos engañan, se aprecian a todos los individuos con su correspondiente mascarilla.

Adelante, sin miedo, saquemos conclusiones, pues estos momentos son descriptivos de los pueblos, avatares, características y circunstancias propias.

Y tras dejar la mascarilla en la ventana y lavarme las manos y la cara en profundidad, aplicándome después el desinfectante, me senté en el sillón y encendía televisión. El descabello de mi animo llegó cuando escuche a los políticos debatir cuestiones relacionadas con este asunto. Las disputas eran producto de gente sin intención ni alcance de miras ni capacidad resolutivas. Unas mínimas acciones consensuadas con todos los elementos mandatarios de este país valdrían para reducir a la mitad los riesgos. Con el montante de los Euros que se gastan los políticos, en su conjunto en sus tapas de gambitas y su cervezas, a cuenta del estado, entre las diferentes sesiones de un, solo Dios sabe de qué, se podrían, sin dificultad, comprar muchos más millones de mascarillas que la población usáramos. Que si la libertad personal, que si mi gobierno autonómico, que si tu poder o el mio€.¿que tanto cuesta conseguir 40mll de mascarillas para repartir a todos los ciudadanos?, hay muchas, pero muchas fabricas a nivel mundial, con un mínimo de precaución y profesionalidad, que son capaces de fabricarlas.