A nadie le gusta estar confinado en su casa, eso es obvio, pues como decía Aristóteles somos seres sociables por naturaleza. Es por eso que entiendo que la gente muestre su desagrado por redes sociales y expresen sentimientos poco optimistas ante esta situación. Pero llega un punto en el que eso solo refleja la sociedad acomodada en la que vivimos, propensa a quejarse ante cualquier adversidad.

La mayoría de personas que hacen público su descontento son personas sanas que no tienen mayor problema que el de no poder salir de casa. ¿Pero qué pasa entonces con los que de verdad lo están pasando mal? Con aquellos niños que encontraban en el colegio su único refugio a la complicada situación de sus hogares, con esas personas mayores cuyo único entretenimiento eran las visitas de sus familiares, con todas esas mujeres que se encuentran actualmente encerradas con sus maltratadores o con todas las personas que padecen enfermedades mentales que se agravan con el confinamiento.

Es por esa gente por la que deberíamos ahorrarnos nuestras absurdas y superficiales quejas, pues a la mayoría no nos falta de nada en nuestros hogares . Otras generaciones tuvieron que salir a jugarse la vida para salvarnos, a nosotros solo se nos pide que nos quedemos en casa.