Republicano, de izquierdas. Monárquico, de derechas. Mal posicionado económicamente, de izquierdas. Bien posicionado, de derechas. Honrado, de izquierdas. Corrupto, de derechas. Y así podría seguir hasta completar este artículo. ¿Cuántos estáis hartos de esta guerra de encasillamientos, de bandos, de trincheras y de extremos? Se tiende a utilizar los términos «fascista» y «comunista» no para clasificar una ideología, sino para encasillar a los que difieren de la suya. Basta solo con no cumplir con algunos de los innumerables estereotipos políticos como para que te encuadren en un bando. Hemos llegado a un punto que la sociedad, para poder opinar sobre un hecho político, social e incluso epidemiológico tiene antes que pedir perdón porque esa crítica le llevará a pertenecer, justamente o no, al equipo contrario. Esta actitud es alentada por los políticos que nos «representan». Ellos, que deberían de ser el ejemplo, se han dedicado a radicalizar a la sociedad, a dividir y no a unir, a mirar más por sus intereses que por los de 46 millones de españoles. ¿Y cuál es la respuesta de la gente? Aceptar la radicalización impuesta. Y entonces llega escándalo porque es muy bonito hablar en el Congreso a base de zascas y brochazos, pero cuando estos son aceptados llega la preocupación. Carlos Penadés Arribas. La Eliana