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El gran John Wayne aconsejaba no cambiar de caballo en medio del río. Diego K., el piragüista que el pasado lunes rescató a un potro en alta mar, a 500 metros de la playa del Gurugú, no se lo pensó dos veces a la hora de olvidarse de su kayak por un momento para salvar a Rayo, un bello ejemplar de pura raza. «Cualquier persona hubiera hecho lo mismo por salvar al animal», dijo.

Diego K. relató para Levante de Castelló cómo fue el complicado salvamento del animal, de apenas tres años, que se desbocó y terminó huyendo mar adentro. El remero restó importancia al particular Río Bravo en el que se vio inmerso durante casi una hora. «Iba remando con el kayak cuando vi moverse algo en el agua. Al principio creí que se trataba de un delfín o de una ballena, así que decidí acercarme».

El piragüista continuó avanzando, pero poco a poco se fue dando cuenta de que aquello que se movía en la superficie no era un animal acuático ni tampoco un tronco, ya que se agitaba como si estuviera vivo. «Entonces fue cuando vi que se trataba de un caballo. Estaba muy desorientado y resoplaba mucho, como si estuviera agotado», explica.

Diego cogió el teléfono móvil y avisó a Salvamento Marítimo, que movilizó a sus efectivos de inmediato. Sin embargo, Rayo estaba cada vez más exhausto y empezaba a nadar sin un rumbo fijo, sin sentido. «Pensé que tenía que hacer algo. Primero quedarme allí hasta que llegaran los de Salvamento. Era necesario marcar el lugar para que pudieran localizarnos». Pero enseguida vio que el animal empezaba a dar bandazos en al agua sin saber hacia dónde ir. «Lo que hice fue echar la piragüa hacia él y dirigirlo hacia la costa, como pastoreándolo. Sólo tenía que llevarlo a tierra, donde alguien lo cogería por las riendas, porque yo no podía hacerlo», dice Diego K.

Poco a poco, el caballo y el hombre consiguieron enderezar el rumbo y ganarle metros a la orilla. Sobre la arena, una patrulla de la Policía Local esperaba a que llegaran los efectivos de Salvamento Marítimo. Y también esperaba Manuel Alegre, el propietario de Rayo. «Creo que se asustó con un plástico que volaba y por eso salió corriendo. Cuando tienen miedo les da por entrar en el agua, su instinto es nadar mar adentro», asegura Alegre, que ayer trataba de localizar al piragüista para agradecerle personalmente lo que había hecho por su caballo.

«Si es deportista le gustarán los animales, así que le propondré un paseo a caballo», afirma el dueño de la cuadra.