Más de una hora antes del inicio del acto empezaron a llegar los primeros asistentes. En su inmensa mayoría se trataba de jubilados que llegaron en autocares costeados por los ayuntamientos de sus municipios. En los exteriores del recinto aeroportuario se contabilizaron casi treinta buses, que transportaron a cerca de 1.500 personas.

Nada más cruzar la puerta de acceso, a los visitantes se les obsequió con un folleto y un calendario del aeropuerto. La gente se agolpó a lo largo de la terminal y esperó pacientemente el inicio del acto.La megafonía amenizó la espera con los grandes éxitos de Nino Bravo y algún tema intercalado de los Rolling. Una vecina de Catí alababa la iniciativa del ayuntamiento de fletar un autobús y repartir bocadillos para el trayecto. Un vecino de Cabanes comentó que se enteró de la «excursión» porque en su pueblo hubo un bando municipal.

En las afueras, se agolpaban las numerosas autoridades. Como anfitrión del acto, Fabra llegó pronto para repartir saludos y abrazos a diestro y siniestro. Recibió cariñosamente a sus nietos y les preguntó: «¿Os gusta el aeropuerto del abuelo?».

Finalmente, llegó Camps y los dos presidentes accedieron a la terminal a través del pasillo que les hicieron los empresarios. El acto lo abrió el obispo de Castelló, Casimiro López, con la bendición de las instalaciones. «El señor guíe nuestros desplazamientos». Llegó el corte de cinta y se descubrió una placa conmemorativa. Proyectaron un video y, luego, Fabra y Camps pronunciaron sus discursos. Al finalizar el acto, llegó la recompensa para los cientos de personas que aguantaron el plantón. En la segunda planta les esperaba un refrigerio por cortesía de la diputación.