Peñíscola recordó ayer con el disparo de 27 salvas, una por cada fallecido, a los 27 marineros muertos o desaparecidos el día de la Candelaria de hace 100 años, enmedio de un devastador temporal. La tempestad afectó al Mediterráneo desde Alicante hasta Cambrils y desarboló y hundió cientos de embarcaciones de pesca con sus tripulantes.

Antes, las notas de una trompeta interpretaron el himno del silencio en recuerdo a los fallecidos, momento en el que las autoridades depositaron una corona de laurel ante un sencillo monumento de hierro con las letras troqueladas sobre un "llaüt", embarcación de vela latina típicas de esta zona del Mediterráneo hace ya un siglo.

La consellera de Agricultura y Pesca, Maritina Hernández, el presidente de la Diputación de Castelló, Javier Moliner, el alcalde de Peñíscola, Andrés Martínez, y el presidente de la Cofradía de Pescadores local, Miguel Castell, acompañados de la reina y damas de las fiestas presentes en el homenaje, embarcaron junto al santo, Sant Pere, para realizar la ofrenda floral mar adentro.

Recuerdos de la tragedia

Un emocionado Castell abogó durante su parlamento por "recordar a quienes han sido pescadores toda su vida y ya no están entre nosotros". Distintos armadores se reunieron con Castell en la Cofradía para recordar la efeméride del trágico temporal de hace 100 años. "Yo tengo 36 años y entonces no estaba aquí, pero, por fortuna, siempre hay quien te recuerda estos hechos históricos", apostilló.

El temporal de la Candelera, como se le denomina popularmente en Cataluña y la Comunitat Valenciana, fue un temporal de Levante que tuvo efectos insospechados en un día que amaneció apacible, como recordaron algunos veteranos pescadores que conocieron lo ocurrido por boca de sus antepasados.

Una información recogida en el diario ABC explicó entonces que en Peñíscola el mar dejó un balance trágico con 27 muertos y que destruyó hasta ocho embarcaciones. Tras ello, se reivindicó el puerto de abrigo, que se acabó de construir tras la Guerra Civil.

Comida de hermandad

Tras la procesión, Peñíscola festejó de esta manera, con una comida de hermandad y un homenaje a los restauradores que realizan el sobreesfuerzo económico de adquirir el marisco fresco de lonja para sus clientes durante el año, contribuyendo así a la pervivencia del sector.