Mientras los veraneantes apuran los días de vacaciones junto a la orilla del mar, la camada de conejos que se estableció a principios de verano en la playa Ben Afelí de Almassora parece que no tiene prisa por volver a su lugar de origen. Los escasos ejemplares que encontraron a principios de mes un espacio entre las rocas para refugiarse del calor se han adueñado de este entorno paradisíaco, hasta el punto de que ahora es más fácil cruzarse con alguno de estos animales frente al chiringuito de la costa.

La "familia" crece y lo hace en parte gracias a la ternura que han despertado en los vecinos del distrito marítimo. Algunos de ellos confirman que les acercan alimentos hasta las rocas, igual que hacen con las sobras los propietarios de un bar cercano, por lo que ya pueden renunciar a las visitas fugaces en busca de restos en las inmediaciones del chiringuito. Con esta comida, las escasas hierbas que aparecen entre las rocas y el agua estancada en los lavapiés, los conejos disfrutan de su particular verano "vora mar".

Ya no es necesario vigilarles al amanecer o esperar su salida cuando cae el sol, porque los seis o siete ejemplares que improvisaron su madriguera a escasos metros de la caseta de la Cruz Roja han incorporado nuevos miembros al clan. No en vano, la gestación apenas dura un mes y su prolífica reproducción es de sobra conocida. Aun así, su presencia en la playa sigue siendo un atractivo para los veraneantes, a sabiendas de que no se puede hablar de plaga y de que no han causado ningún tipo de daño ambiental.

Poco dados al contacto con extraños, los conejos evitan asomarse ante la mínima sospecha de la presencia humana. Los veraneantes, ante la noticia de la aparición de la camada, han optado, en muchos casos, por pasear con la cámara de fotos en la mano, por si hay suerte y aparece alguno de los ejemplares.