A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, Benicàssim se convirtió en centro de glamurosas fiestas de personalidades de renombre, con burgueses importantes procedentes de Castelló y de Valencia que construían en este municipio sus villas de verano. Era una arquitectura de ensueño.

Joaquín Coloma fue el primero en asentarse en el municipio en 1879 y, después de él, fueron llegando familias de la alta sociedad que convirtieron el actual paseo Pilar Coloma en el Biarritz valenciano. Llegaron los años 20 del pasado siglo y, con ellos, la época más esplendorosa de las villas donde la música y los bailes no cesaban durante las noches. Pero la Guerra Civil consiguió esfumar de un plumazo aquel espíritu de fiesta y jolgorio y muchas de las villas se convirtieron en hospitales o comedores y se adaptaron a las necesidades del momento.

Después de los años difíciles, las villas volvieron a recobrar poco a poco su esplendor inicial y se llegaron a construir muchos nuevos palacetes. Cincuenta años más tarde aproximadamente, los descendientes de los primeros residentes en las villas recuerdan con nostalgia aquellos años.

Es el caso de Jacobo Ríos-Capapé, arquitecto y residente en Villa Carpi cuya dueña es su madre, Mª Miguela Carpi. Al dar un paseo por los palacetes situados a pie de playa, Jacobo constata que "las villas se están deteriorando poco a poco y es muy triste porque el conjunto de todas ellas es un tesoro que no hay en otro lugar". Todas ellas se encuentran catalogadas en el Plan Especial de Conservación y Preservación de las Villas "y por ello tenemos que conservarlas en su estructura inicial".

Una paseo por la historia

Con Villa La Torre como la primera parada, en la playa del Voramar, se van observando los palacetes más emblemáticos que forman parte de la zona antigua del Infierno y que como señaló Ríos-Capapé "se mantienen por la estima que tienen los descendientes por las villas pero cada vez es más complicado mantenerlas porque cuesta mucho dinero".

Un poco más adelante se encuentra Villa Elisa, palacete que decidió construir Joaquín Bau, vicepresidente del Consejo del Reino en aquella época y llevó el nombre de su mujer, Elisa Carpi. La villa se convirtió en el centro de reuniones más concurrido del paseo y sus jardines acogían teatro y bailes. A día de hoy es de propiedad municipal y se encuentra cerrada a cal y canto esperando que llegue el dinero (1,5 millones de euros) por parte de la Generalitat para que se rehabilite tal y como se estableció en el convenio firmado por las dos entidades en el año 2006.

Para Ríos-Capapé, las condiciones en que se encuentra Villa Elisa son "lamentables, y si el vallado de la parte de atrás lo tuviera un privado ya le habrían hecho cambiarlo". El residente en Villa Carpi asegura que "todas las corporaciones han hecho lo mismo por las villas: nada, y no ponen en valor lo que tienen".

Al igual que Ríos-Capapé, varios residentes en algunos de los edificios como Javier, en Villa La Torre, o Pepe Alegre, en Villa Galván, aseguran que la esencia de las villas se está perdiendo "y lo único que hacen las administraciones es hacernos pagar unos impuestos desorbitados".

Después de visitar las decenas de villas a lo largo de todo el paseo marítimo, Jacobo Ríos-Capapé constata que "en dos o tres generaciones el 80 % aproximado de las villas estarán en venta o en desuso". A día de hoy, Villa Isabel, Villa Marina o Villa Galván son algunas construcciones que ya cuelgan el cartel de "Se Vende".

Ríos-Capapé añade que desde las administraciones habría que hacer una evaluación y valoración del conjunto en el que se cuide el entorno como es el paseo, el paisaje y el agua del mar, que se haga un plan de servicios y se valore el conjunto arquitectónico con las ayudas pertinentes "porque no se trata de favorecer a un particular sino de lograr que las villas no mueran porque no se puede dejar morir el patrimonio".