Por una vez, una expresión tan rimbombante como cita para la historia está bien empleada. Porque eso es lo que afronta esta noche el Villarreal frente al Barcelona. A pesar del 3-1 en contra con el que arranca el duelo de vuelta de semifinales, la magnífica imagen dejada por el submarino hace cuatro días en su visita al Santiago Bernabéu invita soñar a un equipo que no se quiere conformar con el casi, sino que pretende convertirse en un referente para las generaciones venideras de aficionados amarillos y acceder a la final de la Copa del Rey.

Pero el gran inconveniente con el que debe lidiar el conjunto de Marcelino se llama FC Barcelona, que no es escollo fácil. A pesar de su tropiezo liguero contra el Málaga, los culés han entrado desde hace semanas en la dinámica positiva, surfean la ola buena y lo demostraron contra el Manchester City en Champions y ante el Granada en Liga. Además, Luis Enrique no quiere confianzas, a pesar de la ventaja cosechada en el Camp Nou por lo que saltará al campo con toda su artillería. A excepción de la entrada en el once del alemán Ter Stegen, jugará con su once de gala. Piqué regresará a la alineación y también volverá Iniesta. Delante no faltará ninguno de los tres astros de la constelación azulgrana: Messi, Luis Suárez y Neymar.

Marcelino sabe que confiar sólo en el corazón puede jugar una mala pasada. Por eso, ha hecho un llamamiento a aunar cabeza e ilusión para medirse a los catalanes. El asturiano ha señalado el juego colectivo como la fórmula perfecta para voltear la eliminatoria. Los jugadores, como demostraron en Madrid, han interiorizado la primacía del colectivo sobre las individualidades y hoy deben repetir las mismas constantes si desean poner en apuros al Barcelona.

Además, después de los elogios cosechados y los aplausos recibidos por la teórica segunda unidad del equipo, los titulares querrán demostrar el porqué de sus galones. Del once del pasado domingo frente al Real Madrid, se deberían mantener cuatro hombres. En la puerta seguirá el intocable Sergio Asenjo. Por su parte, aunque ya se ha entrenado con el grupo, se ha quedado fuera de la convocatoria Bojan Jokic. Unido esto a que Adrián Marín se mantiene en el dique seco, Jaume Costa y Mario Gaspar se verán obligados a repetir titularidad. Junto a ellos, también volverá a estar en el once Tomás Pina. En un puesto y una cita destinados para Bruno Soriano, la lesión del artanense le permitirá al manchego disputar este encuentro tan señalado.

Así, volverán a la defensa Musacchio y Víctor Ruiz para jugar como centrales. Por delante, Manu Trigueros deberá estar a la altura de la responsabilidad de generar juego en la medular. En las bandas, Cherysev entra en la izquierda y está llamado a ser el hecho diferencial, el que desequilibre y desquicie al Barça. Al otro lado, saldrá Jonathan dos Santos. Delante, la gran esperanza blanca, Lucciano Vietto, y el nigeriano Uche se encargarán de materializar los tantos necesarios para el milagro.

El calor de la grada

El rendimiento de los jugadores sobre el césped es básico para acceder a la final, pero también es necesario para hacer historia el calor de la grada. El Villarreal, en las jornadas previas, ha realizado un llamamiento a sus seguidores para que pueblen las gradas de El Madrigal. Para conseguir la clasificación es básico que la afición le demuestre a los azulgranas que, si terminan por pasar, les costará mucho sacrificio conseguirlo.

Además, los amarillos confían en que los precedentes se repitan. En las dos ocasiones anteriores en que los barceloneses visitaron su estadio, en compromiso copero, en las campañas 1971-1972 y 2007-2008, fueron incapaces de anotar un tanto. Incluso, hace más de cuarenta años, cayeron por la mínima contra el submarino. Pero el Villarreal necesita una victoria más holgada para poder cambiar el rumbo de su historia, para poder desterrar la maldición de las semifinales que tanto en Champions como en Copa de la UEFA o Europa League ya le ha dejado a las puertas de saborear una gran final.

Una verdadera cita con la historia, un partido único que debe decidir si los amarillos pasan, de una vez, a codearse con los grandes o se siguen lamentando por las oportunidades perdidas.