Lo único malo de los buenos momentos es que se sabe que, un día, deben terminar. Pero, mientras duren, hay que saborearlos como se merecen. Eso hace un Villarreal que, con cada partido que pasa, con cada reto al que se enfrenta, no deja de crecer, de mostrar unas virtudes que no varían, independientemente de los nombres que salten al campo.

Anoche, con siete variaciones con respecto al duelo frente al Barcelona, los amarillos devoraron a un Celta que, aunque el propio Villarreal se encargó de darle aire en un momento del encuentro, se definió por su tono gris, por su incapacidad de crear fútbol.

Goleada clara y sin paliativos del submarino que se vuelve a quedar a un punto de la quinta plaza y que demostró una vez más que las rotaciones no le restan potencial. También es cierto que, con esta política, Marcelino sabe que tiene los comodines de Cherysev y Vietto en el banquillo para dar aire al equipo. Ayer, con el 2-1 en el marcador y con los vigueses rondando la meta de Asenjo, el ruso y el argentino entraron para insuflar aire a un equipo que se ahogaba.

Pero hay que ir por partes, como decía Jack el destripador. Saltó al campo el Villarreal con Moi y Campbell en los extremos y fueron los primeros en cobrar protagonismo. Temeroso del potencial ofensivo del Villarreal, Berizzo salió con cinco defensas, tres centrales. Esto obligó a buscar las bandas. El costarricense y el alicantino salieron enchufados e hicieron carburar al equipo. Tras una internada por la izquierda de Moi, el balón le llegó a Gerard Moreno, pero su disparo falleció en las manos de Sergio Álvarez.

Pero, un par de jugadas polémicas y un posible penalti sobre Campbell, descentró al equipo. El costarricense desapareció en combate y Moi perdió fuelle. Se estiró el Celta y perdió presencia arriba el Villarreal. Pero, cuando peor lo estaba pasando el conjunto de Marcelino, resucitó Gio.

La calidad del mexicano es indudable, pero la verdad es que esta campaña está siendo un náufrago. Ayer recuperó su aura de hombre desequilibrante con una galopada brutal, imparable, tras recibir un despeje de la defensa que había prolongado Gerard Moreno. Los centrales celtarras fueron incapaces de alcanzarle y el azteca batía por abajo a Sergio. Gio estaba mostrando su mejor versión, por eso duele más su cambio por lesión en la media parte del encuentro.

Cuando casi nadie pensaba que el Villarreal se iba a marchar por delante al intermedio, Musacchio incrementó más la distancia. Tras un disparo de falta de Moi, que Sergio mandó a córner, el de Rojales botó un saque de esquinaperfecto que encontró a Musacchio solo en el punto de penalti. El agentino, imperial, cabeceaba para colocar el 2-0.

Con Vietto, todo es más fácil

Tres nombres marcaron la segunda mitad amarilla: Jaume Costa, Tomás Pina y Vietto. El primero fue el protagonista de una escena de teatrillo en el área con Charles. Nolito esperaba para sacar una falta y, quizás por esta distracicón, la defensa del Villarreal desajustó las marcas y vio como Augusto Fernández entraba sin oposición en el área pequeña para acortar distancias.

Hubo un tramo en el que los gallegos se creyeron que podían empatar, pero Marcelino transformó al equipo con la salida de sus dos hombres más desequilibrantes. Además, la figura de Pina se engrandeció y, a su trabajo en la medular, añadió una inesperada faceta de asistente. El manchego aprovechó un mal despeje de Fontás para darle un pase genial a Vietto. El argentino, con su instinto asesino, batió por debajo de las piernas a Sergio. De nuevo Pina fue el encargado de cederle el balón a Gerard en el cuarto tanto. El catalán superó a Cabral y Radoja para cerrar una goleada que demuestra que el Villarreal no se para, que no sabe lo que es bajar la intensidad.