Catorce minutos pasaron ayer los jinetes dando vueltas por el ruedo hasta que Fermín Bohórquez pidió que saliera el abreplaza. Se tomaron su tiempo, como el primero de la tarde, al que le hubiera venido bien la energía de Roberto Bautista. El tenista compartió tarde con el alcalde de Castelló, Alfonso Bataller, mientras los chóferes y escoltas de éste hacían tiempo a golpe de selfi. Cada uno pasa las horas como puede.

La concejala de Deportes, Begoña Carrasco, en cambio, no fue a dejarse ver. Llegó puntual y subió hasta la fila 21 para seguir los rejones. El que llegó tarde fue el director de la banda de Almassora, Víctor Alapont. No pierde el compás pero ayer tuvo que esperar a que saliera Rui Fernandes para buscar asiento a la sombra. Se debió distraer, como los toros, y se le echaron las cinco encima.

Sobrada de tiempo llegó Lola Guillamón pero no derrochó aplausos. A la presidenta de la Cámara de Comercio le gustan los toros. No se va a dejar deslumbrar por la levita a la fernandina del portugués, menos aún por el pasodoble «Puerta grande» que le tocó la banda al luso. Tampoco ayudó la muerte a cámara lenta del morlaco.

Todo lo contrario parece que han pasado los 27 años que ayer celebró Enrique Ponce desde que debutó con caballos en Castelló. El novillero Vicente Soler, en cambio, despachó las bolsas de pipas sin respiro, como a sus oponentes del domingo. Con los animales pasa lo mismo. «Ben-Hur», el tercer caballo de Sergio Galán, no necesitó más que unos segundos para humillar al toro, los mismos que sol y sombra para salir a buscar el «gin» de la media parte.

El alcalde de Vall d'Alba, Francisco Martínez, se sumó a la desbandada para reponer fuerzas. Paren máquinas: Martínez cambió los burladeros de siempre por la discreta fila 10. Las vueltas que da la vida. Y las que tiene que dar aún.

Y en la merecida vuelta al ruedo, a Leonardo Hernández le llegó la ovación del presidente de Porcelanosa, Manuel Colonques, y de los directivos de UBE situados unas filas por detrás. Era cuestión de tiempo que le dieran la oreja, como el que necesitará Manuel Manzanares para reponerse de la muerte del padre. Abrió su temporada con crespón negro y el reloj pareció pararse cuando se fue al suelo. Las mismas agujas volverán a marcar el jueves el ritmo de la plaza.