«Benvinguts al Fadrí en la 26ª pujada a l'edifici més emblemàtic de Castelló». Con estas palabras los integrantes de la Colla El Pixaví recibieron ayer con todos los honores a los cientos de vecinos y visitantes que, desde primera hora de la tarde, se apostaron en el entorno de la plaza Mayor y de la calle Colón para no perder la oportunidad de ascender al campanario de la ciudad.

Como cada año, más de 600 personas divididas en pequeños grupos de 30 tuvieron la oportunidad de ascender por los 202 escalones que separan la planta baja de lo más alto del campanario, a lo largo de los 58 metros de altura y 19 de diámetro que perfilan el emblemático edificio.

Eso sí, los castellonenses necesitaron armarse de paciencia y de una dosis de buen humor para aguardar en la cola de acceso al peculiar campanario «soltero» de la ciudad, un edificio civil que se ideó como torre vigía para alertar de posibles ataques piratas y como torre del reloj.

Y claro, aprovechando la ocasión, El Pixaví no dudó en rescatar del polvo de los años un fragmento de la historia de la capital de la Plana y compartirlo con los castellonenses interesados, algunos de ellos con mirada entre sorprendida e incrédula. No en vano, esta torre construida entre los años 1591 y 1604 oculta pequeños secretos. Quién fue el clérigo que ocupó la sala de la prisión, por qué utilizó el retablo con la imagen religiosa como lienzo para proclamar su inocencia y pedir clemencia con cuatro frases en latín fechadas el 27 de diciembre de 1817 o el origen de las pinturas murales que adornan algunas de las paredes del Fadrí, como la que representa a un soldado armado con un sable y tocado con un sombrero, son algunas de las incógnitas que El Pixaví ayudó a despejar durante las visitas guiadas. Eso sí, muchos optaron por no guardar cola y esperar un año más para tener una respuesta.