«¡Doctor, necesito dormir!». Este es el único saludo con el que el paciente insomne irrumpe en la consulta del especialista. Y lo primero que el médico le explica es que el sueño es de las muchas funciones fisiológicas sobre las que no se tienen control, porque es permisiva: «El sueño hay que permitirlo». Detrás de esas noches de tiempo eterno hay mucho más que no poder conciliar el sueño, como es la estimulación excesiva de los centros que activan la vigilia. Así lo afirmó ayer en una jornada monográfica organizada por la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados el doctor Francisco Puertas, profesor de Fisiología de la Universitat de València y facultativo del hospital de la Ribera.

«El insomnio es un producto del estrés, la oscilación de la vigilia al sueño en estas personas -indicó el experto- es como un interruptor de la luz que hace mal contacto».

Que detrás de una noche en blanco puede haber un exceso de actividad y un sinfín de preocupaciones lo ilustró Puertas con un estudio realizado en EE UU con ratas por la investigadora española Giorgina Cano.

Imagínese dos roedores que viven en una jaula limpia. A uno lo sacan de allí y lo meten en un espacio tan limpio como el de origen, pero al otro lo recluyen sobre un suelo sucio, desordenado, y lleno de excrementos de un animal que había muerto. Ese ratón empezó a tener dificultades para dormir por el estrés que le había generado encontrarse de súbito en un espacio que le incomodaba. Ese estresor psicosocial -apunta Javier Puertas- se parece al humano porque afecta al sistema sensorial y al sistema límbico que regula los periodos circadianos de sueño y vigilia.

«La respuesta al estrés es distinta en cada persona y está en relación de cómo procesemos las emociones», afirmó el especialista que añadió que las «personas rumiadoras» y con ansiedad durante todo el día y las que se llevan los problemas a la cama, las que pegan y se pegan a la almohada en un esfuerzo ímprobo para dormir son las que sufren insomnio, «porque estar haciendo esfuerzos para dormir se convierte en una preocupación adicional que aumenta el estrés y no ayuda a desconectar de la ansiedad de todo el día, que se gestiona mal si se lleva a la cama; esa persona piensa que es el insomnio el que le pone nervioso pero es al revés».

Más riesgo cardiovascular

El insomnio no es inocuo porque activa el sistema simpático (el de la acción). De hecho, un estudio realizado con 125.000 personas reveló que los insomnes crónicos con episodios persistentes tienen entre una y media y cinco veces posibilidades más de sufrir un evento cardiovascular.

«Cuando un paciente llega quiere que chasqueemos los dedos y desaparezca el problema», agregó Puertas que indicó que ese adulto cree que no tiene que poner nada de su parte, «pero sí -insistió- tiene que implicarse en la estrategia y modificar sus pensamientos disfuncionales». Y en este sentido apuntó a la tendencia norteamericana que aconseja iniciar una psicoterapia.

La ingesta de hipnóticos también puede pasar factura sobre todo si el tratamiento se mantiene largo tiempo, ya que estos compuestos pueden aumentar hasta un 50 % el riesgo de sufrir demencia e influir en la aparición de tumores cerebrales benignos.

Como para dormir de lo que se trata es de modular el sistema circadiano que regula la vigilia y el sueño a través de la melatonina, el experto dio algunos consejos muy mediterráneos: cerezas solas o en zumo, muy ricas en melatonina, como el aceite de oliva, otra joya. Mejorar la temperatura corporal también ayuda a conciliar el sueño, pero casi ningún remedio en solitario puede desconectar por si solo la gran bombilla de actividad del cerebro.