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El foco de conflictividad en Sensal

Acusan a unos vecinos de apropiarse de una parte de la zona para perros e impedir el acceso a los animales grandes

El foco de conflictividad en Sensal

El parque canino Sensal de Castelló se está convirtiendo en un foco de conflictividad vecinal. Una valla, una señal supuestamente irregular y el nulo civismo de algunos vecinos ha obligado a la policía, tanto nacional como local, a supervisar la zona casi diariamente para evitar que el enfrentamiento llegue a más. El problema estriba en la restricción del acceso a perros grandes que ha sido impuesta por «cuatro vecinos» de forma «ilegal», según explican los afectados. La pugna llegó a tal extremo que, en una ocasión, la puerta de acceso amaneció cerrada con un candado y rompieron la valla para entrar.

Inicialmente, la zona de esparcimiento para perros —la única que hay en toda la ciudad— comprendía una superficie de 100 metros cuadrados, aproximadamente, rodeada por una valla y dotada de bancos y fuentes. En la puerta, una señal regula su uso como el horario, la necesidad de mantener la zona limpia y la obligatoriedad del bozal en perros potencialmente peligrosos. Nada se dice sobre el tamaño de los perros.

Ante la poca capacidad para albergar a todos los animales, el ayuntamiento aprobó una ampliación con una parcela contigua pero no eliminó la valla medianera que, ahora, divide la zona en dos partes: la vieja —de gravilla— y la nueva —con césped—.

La mayoría de los dueños de los perros se decantan por la zona del césped, lo que sigue generando una masiva concentración de perros. Ante esta situación, una día, apareció un cartel colgado de la valla «escrito a mano» en el que se prohibía el acceso de perros grandes a la zona ampliada, esto es, la del césped. Poco después, el cartel fue sustituido por una placa que prohibía el acceso a perros grades cuando, según los vecinos, «la ordenanza municipal permite el uso de zonas de esparcimiento de perros sin distinguir el tamaño». La cosa no se quedó ahí y, encima de dicha placa, hay ahora clavada otra señal en la que se restringe el acceso a perros de más de cinco kilos, con la peculiaridad de que el número ha sido rectificado, con rotulador, y figura un ocho. Así, se da la circunstancia que lo que debía ser una zona de esparcimiento canino se ha convertido en dos parcelas diferenciadas y reguladas de manera diferente.

A las siete de la tarde es la hora cuando todos los vecinos bajan al parque con sus perros y se crea la conflictividad. «Los cuatro o cinco vecinos que no quieren que vayan perros grandes arremeten contra nosotros e incluso nos hacen fotos y dicen que nos van a denunciar», explican los de la otra parte. «La tensión llega a tal extremo que el pasado jueves casi llegan a las manos», aseguran.

Ante esta situación, los vecinos solicitan al ayuntamiento que retire la valla separadora y una las dos franjas para evitar más problemas. «Aquí la gente se cree con la potestad de apropiarse de las cosas públicas. Los perros grandes y pequeños pueden estar juntos sin ningún problema. El problema lo generan los dueños», concluyen.

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