El delegado del Gobierno, Serafín Castellano, era hasta el jueves por la noche máximo responsable político y administrativo de la policía nacional y la Guardia Civil. Los que eran sus subordinados acabaron ayer deteniéndole y llevándoselo esposado de su casa. Por la tarde y tras unas horas en el calabozo fueron los encargados también de custodiarlo ante su declaración judicial.

El cargo de delegado del Gobierno es el más importante de la administración central en la periferia. El político no manda ni ordena detenciones, que en el caso de ayer se dirigieron desde la policía nacional de Madrid y la Fiscalía Anticorrupción. Castellano no sabía nada de lo que le podía pasar, de hecho fue sorprendido por los agentes a primera hora de la mañana en su domicilio particular propiedad de la familia en Benissanó, donde reside con su mujer y sus hijas.

La noche antes, según ha podido saber este periódico, el Gobierno le comunicó que ayer viernes iba a ser destituido, algo que puso todas las voces de alarma en su entorno. De hecho, cuando todavía se estaba realizando el registro en su vivienda acudieron a la misma su mano derecha en Gobernación, Asunción Quinzá, y la subsecretaria Juana Forés.

La detención cayó como una bomba en Benissanó, un pequeño municipio de cerca de 2.300 habitantes totalmente polarizado por la figura del político. Justo el pasado domingo, el PSPV había conseguido dar un vuelco electoral y ganar las elecciones por primera vez en democracia.

Los vecinos no daban crédito a la operación policial, que multiplicó sus efectos por la gran presencia de televisiones y fotoperiodistas. Los bares se llenaron de personas que observaban las conexiones en directo desde una calle de su pueblo. Fue un shock del que tardarán en recuperarse.

El político durmió ayer en su casa y hoy se tendrá que levantar y salir por el municipio, seguramente uno de los peores tragos de su vida. Casi peor que el paseo que tuvo que dar desde el coche de policía al juzgado.