La Iglesia siempre apela a su presunta neutralidad a la hora de hablar de política, pero a nadie escapa que su camino puede ser más plácido con unas siglas determinadas y con numerosas incógnitas con otras en las altas instituciones. El posible gobierno de izquierdas que se prepara en la Generalitat o en administraciones como el Ayuntamiento de Castelló acabará, más pronto que tarde, por plantearse las relaciones con la Iglesia, aunque ayer el obispo de la diócesis Segorbe-Castelló, Casimiro López, frenó en seco cualquier pregunta dirigida a conocer sus sensaciones sobre si pueden correr peligro o no los privilegios que aún mantienen en la sociedad actual.

La excusa para este pasapalabra la puso encima de la mesa el delegado episcopal de Cáritas, el reverendo Juan Manuel Enrich, quien insistió en que no se contestarían las cuestiones que no estuvieran vinculadas al motivo de la comparecencia del prelado, que no era otra que la presentación de la Semana de la Caridad y la memoria de Cáritas Diocesana del pasado año. Por ello también, no pudo escapar a la pregunta de si el cambio político en las administraciones autonómica y local podía afectar a instituciones como Cáritas, cuyo presupuesto se nutre en un 33 % de las subvenciones públicas.

Primero quiso tomar la palabra el director de la entidad, Juan Manuel Aragonés, quien consideró que «no debería haber afección alguna» para seguir recibiendo apoyos independientemente del poder político de turno. Pero fue el obispo el que tomó inmediatamente las riendas al dejar claro que, al margen de que gobiernen formaciones más proclives a la Iglesia como puede ser el PP, u otras que se han pronunciado en numerosas ocasiones en retirarles privilegios, como PSPV, Compromís o Podemos, «los pobres deben ser importantes para todos». Eso sí, subrayó que, aunque toda ayuda es positiva, el trabajo que desarrolla de forma intensa Cáritas, en especial en estos años de dura crisis económica, «debe tener como principal apoyo la implicación de los feligreses, pues es a ellos a los que de verdad llamamos a colaborar». Si junto al devoto vienen subvenciones públicas, «siempre será positivo», pero en el caso de que no sea así, incide en que es necesaria la «responsabilidad» de los parroquianos.

Lo cierto es que el apoyo de lo público a Cáritas es parte importante del presupuesto, aunque desde muchos ámbitos se considera que, si hubiese cambios en las relaciones entre Iglesia e instituciones públicas gobernadas por formaciones de izquierdas, no sería precisamente esta entidad social la más perjudicada si se revisasen acuerdos o beneficios del mundo eclesiástico.

Presupuesto

Los datos aportados ayer por Juan Manuel Aragonés recogen que Cáritas manejó durante el año 2014 un presupuesto global de algo más de 5 millones de euros, de los que en torno al 33 por cien provino de subvenciones públicas. Aragonés también destacó la importancia de marcar en la Renta -ahora que sigue la campaña- las dos casillas, la de la Iglesia y la de Fines Sociales, pues gracias a ella Cáritas pudo recaudar más de 500.000 euros a lo largo del pasado año.

La entidad, con más de 1.000 voluntarios, 116 trabajadores, 368 donantes y 1.000 socios repartidos en 51 entidades parroquiales en la provincia, mantienen un elevado ritmo de trabajo durante todos estos años. Se atienden, como explica Aragonés, «no solo necesidades básicas, sin que actuamos desde el acompañamiento, considerando a las personas en su integridad, cubriendo sus problemas a nivel material, pero también sociocultural y espiritual».

Situaciones enquistadas

Durante el pasado año se atendió a un total de 24.277 personas -de las que el 52 % son inmigrantes-, que se traduce en más de 229.000 servicios «ya que muchos de ellos han repetido visitas». El aspecto positivo de 2014 es que «no se ha notado más afluencia de gente», señala Juan Manuel Aragonés. El negativo, que los que venían «siguen haciéndolo, permanecen sin empleo y con familias donde no hay ingresos», lo que refleja que el problema se enquista en muchas personas y que no salen del agujero. Si se nota que ha aumentado el número de personas que solicitan ayudas para medicamentos «porque no tienen tarjeta sanitaria o porque sencillamente desconocen que pueden tener opción de disfrutar de ella».

El obispo, por su parte, aprovechó para animar a la sociedad a «luchar contra la indiferencia» y apoyar la labor de instituciones como Cáritas, «que debe sensibilizar a la comunidad cristiana y, a través de ella, poder extender esta implicación, tanto económica como de valores». Para Casimiro López, «el olvido de Dios por parte del hombre va unido a esa globalización de la indiferencia frente a situaciones de precariedad, de paro y de pobreza tanto material como cultural y espiritual».