«¡Qué bien, hoy no tenemos que pagar!», exclamaba ayer una vecina al subir al Tram. La gratuidad del transporte público durante toda la jornada con motivo de la Semana de la Movilidad atrajo a centenares de usuarios. «Se nota que lo está cogiendo más gente», relataba Pedro Edo, un conductor del trolebús que hace la ruta entre el parque Ribalta y la Universitat Jaume I.
La mayoría de pasajeros son estudiantes. Optan por el Tram porque es «rápido y sale uno cada 12 minutos», explica Isabel Falomir, quien utiliza a diario este medio de transporte. Otros combinan el trolebús para ir a la universidad y la bici para volver a casa: «el Bicicas es práctico porque no te preocupas de dónde aparcar ni de que te roben la bici», defiende Diego Prades, otro alumno universitario, que, además, considera excesivo el precio de 1,05 euros por un billete sencillo del Tram.
Para los que se mueven sobre dos ruedas, el Ayuntamiento de Castelló ha habilitado también la ITB, es decir, la Inspección Técnica de Bicicletas, donde un mecánico realiza la puesta a punto de manera gratuita. Ayer se encontraba en el ágora de la UJI y hoy estará en la plaza Mayor hasta el viernes. «Ha venido mucha gente a hacer la revisión de la bici», explicaba Beatriz Rodríguez, encargada de dar a conocer las actividades organizadas con motivo de la Semana de la Movilidad.
Mientras esperaban el siguiente trolebús, los usuarios opinaban sobre las ventajas y los inconvenientes de la ciudad para desplazarse. Algunos se quejan de que faltan carriles bici, otros creen que Castelló es suficientemente pequeña como para poder ir andando a todas partes y hay también quien lamenta la falta de conexiones con los municipios vecinos, como explica Rosa Bellmunt, una trabajadora del Hospital General que confiesa optar siempre por el coche, al igual que sus compañeros de trabajo.
Mientras, en el centro de la ciudad los conductores se encontraban con algunas de las principales calles de acceso cortadas al tráfico rodado, como Conde Pestagua, Arrufat Alonso o Navarra. Ayer fue el día sin coches y muchos no lo sabían. «Vienen quejándose de que la calle está cortada», decía un agente de movilidad urbana, quien confesaba cierto hartazgo por la insistencia de los conductores. Sólo podían atravesar las vallas los residentes y los vehículos que accedían a los aparcamientos del centro. El resto tenía que recurrir a otras vías o bien dejar el coche en casa. Una opción, esta última, que no barajó la mayoría de vecinos. «Parece más bien el día con coches», exclamaba algún viandante poniendo de relieve la escasa incidencia de la medida simbólica a favor de la movilidad sostenible.
