La AP-7, conocida como autopista del Mediterráneo, es la única vía segura que une por carretera la Comunitat Valenciana con Cataluña por la costa. Su alternativa gratuita, la N-340, es una de las carreteras más peligrosas de España, ya que asume un gran volumen de tráfico -incluyendo vehículos pesados- de conductores que huyen de los peajes y, además, cuenta con numerosos tramos sin desdoblar.

Otra opción que podría conectar la Comunitat Valenciana con Cataluña es la A-7, gratuita y por el interior, pero todavía faltan por duplicar 106 km de tramos de la CV-10 de Castelló. En concreto se trata de las distancias que separan Vilanova d'Alcolea, y La Jana (Castelló) y El Perelló (Tarragona), que ya debería haber ejecutado Fomento, según lo firmado en 2005.

Así pues, las dos capitales autonómicas no cuentan con una conexión completa gratuita y segura por carretera, como sí pasa entre Valencia y Alicante, o Valencia y Madrid.

Esta situación podría cambiar en los próximos años. El Gobierno manifestó en agosto su intención de no renovar la concesión del peaje, que acaba en 2019, y desde conselleria ya han pedido ramales para conectar los municipios por los que pasa la carretera. La liberalización de la autopista supondrá acabar con medio siglo de peajes en el Mediterráneo, por parte de Aumar, que obtuvo la concesión en 1971. La cantidad de peajes que hay siempre ha generado un gran rechazo entre los usuarios, que llegan a pagar unos 50 euros en 350 km de AP-7.

Un corredor mediterráneo sin fin

La conexión ferroviaria entre la segunda y la tercera capitales del Estado no ha corrido mejor suerte. El trayecto en tren entre Valencia y Barcelona sigue condenado a las tres horas y media, o más, de viaje. Y con un tramo de vía única entre Vandellós y Tarragona que penaliza las comunicaciones ferroviarias entre Cataluña y la C. Valenciana.

La solución provisional del Gobierno del PP de adaptar las actuales vías al ancho europeo, tras anular el PSOE los contratos de la nueva plataforma de alta velocidad, tampoco acaba de arrancar. Las obras se construyen al ralentí y el Gobierno sólo se ha podido comprometer a tener en marcha la conexión Valencia-Castelló en diciembre de 2015. Y la continuación hacia Cataluña podría retrasarse hasta 2017. Así que el corredor mediterráneo, el más rentable de toda la red, sigue condenado al ostracismo en el diseño ferroviario estatal.