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El alma «llauradora» del Raval de Sant Fèlix

El barrio mantiene sus fiestas patronales, que rivalizaron en el pasado con las de la Magdalena

El alma «llauradora» del Raval de Sant Fèlix

El Raval de Sant Fèlix también es conocido como el raval del codony, un apelativo que evoca el pasado agrícola de este emblemático barrio de Castelló, donde los vecinos todavía se llaman por el apodo y proclaman con orgullo su origen llaurador.

«Nuestros padres eran agricultores y los de mi generación hemos trabajado todos la tierra». Quien habla es Toni Porcar, el histórico dirigente del Bloc en la ciudad, que mantiene un vínculo muy estrecho con el Raval.

Sant Fèlix representa el Castelló agrícola y tradicional y en el pasado sus habitantes abrazaron la causa carlista. En el Raval se distinguía la zona de los agricultores de la de los jornaleros. Los primeros se concentraban en la franja que va de la avenida Capuchinos a la calle Sant Roc, mientras que entre Sant Roc y la ronda Magdalena se emplazaban los braceros. La expansión urbanística hacia el sur acentuó la estratificación social y la diferenciación entre el raval dels senyorets y el de les criadetes.

Esta división social quedaba reflejada en la fisonomía de las casas. Las de los agricultores, más pudientes, disponían de planta baja y uno o dos pisos. Las de los humildes jornaleros sólo tenían planta baja. En el barrio perviven edificaciones donde se aprecia la distribución de las viviendas de los labradores, con un entrador para el carro de caballos, el comedor, un espacio abierto donde estaba la cocina, conocido como la llotgeta, y un corral para los animales al fondo. Las habitaciones se situaban en los pisos superiores.

La banda sonora de la infancia de Toni Porcar es la del paso de los carros cargados de aperos, los ladridos de los perros y los golpes de martillo de los herreros. «Era el ruido del trabajo», señala Porcar, quien rememora estampas costumbristas, como la del arroz extendido en mitad de la calle, los tomates secándose al sol en la puerta de las casas o la ceremonia de la matanza del cerdo. También las tardes en el histórico cine Victoria, desde cuyo anfiteatro los chavales escupían al público del patio de butacas el áspero membrillo tras masticarlo. En la memoria colectiva de los vecinos pervive la tragedia de la bomba que explotó durante la Guerra Civil en la boca del refugio antiaéreo del Forn del Pla, matando a varias personas. O las inundaciones que sufrían periódicamente cada vez que se desbordaba el Riu Sec.

Vecinos ahorradores

El campo forja la personalidad de los que viven de él. «Los agricultores dependen de la cosecha y eso les convierte en personas algo tacañas y ahorradoras. Valga como ejemplo que en el Raval hay una receta de arròs al forn con arroz, calabaza y una cabeza de ajos como únicos ingredientes». Más contundente es la casoleta de Sant Fèlix, a base de chuletas, botifarra del budell, longanizas, ajos, patatas, aceite y pimentón. Un plato no apto para personas con la tensión y el colesterol altos. En el Forn del Miravet, en la calle de Sant Roc, se hornean las tradicionales primes y los rotllets de Sant Fèlix, dulces vinculados a las fiestas de octubre en honor del patrón del Raval, que en tiempos pasados rivalizaban en importancia con las de la Magdalena.

El barrio conserva buena parte de su esencia pese al desarrollo que ha experimentado en los últimos años. «El Raval tiene personalidad propia, aunque se ha ido perdiendo porque nuestros hijos se han marchado a vivir a otras zonas de la ciudad, a la vez que ha venido gente de fuera. Es un proceso normal», señala Toni Porcar.

En Sant Fèlix todavía hay gente vendiendo naranjas en la puerta de casa y pervive un comercio tradicional. «También han abierto tiendas nuevas y tenemos la ventaja de que existe un comercio de proximidad que te permite abastecerte casi de todo sin salir del barrio», señala.

Las carencias

Porcar echa en falta una asociación vecinal que vele por los intereses de la zona. «Se fundó una a principios de las democracia, pero las interferencias políticas y la despersonalización del barrio acabaron con ella», recuerda.

También ve un déficit en materia de transporte público para conectar el Raval con otra zonas de la ciudad. «Yo me muevo a pie a todas partes, pero sí que he oído a los vecinos quejarse de la falta de autobuses», señala. Así mismo, considera necesarias más dotaciones infantiles y zonas ajardinadas.

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