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una gran fiesta

una gran fiesta NACHO BROTONS

El Madrigal volvió a ser una fiesta la tarde-noche del sábado con la visita del equipo que llegaba para poner a prueba la solidez de un equipo que había logrado trece de los quince puntos disputados en las anteriores cinco jornadas. Era además el equipo que había dado con el Villarreal en Segunda División con su victoria en El Madrigal la última jornada de la temporada del descenso y la escuadra en la que forman el impresentable Godín, convertido en capitán de los colchoneros y el joven Vietto, última llegada por ahora hasta la vera del Manzanares procedente del Mediterráneo. Que entre los aficionados del Villarreal hubiera inquietud no podía sorprender a nadie, dado que hasta entonces, a excepción del encuentro disputado en Viena, todo habían sido alegrías. Ni Athletic Club ni Málaga habían podido romper la racha, pero faltaba que un reconocido hueso duro de roer llegara hasta la Plaça del Llaurador para que supiéramos ciertamente a qué atenernos. No eran pocos los que creían que había llegado el momento de saber si se estaba ante una situación producto de circunstancias favorables, sin más, o si por el contrario el equipo de Simeone confirmaba el juicio de los más optimistas. Terminado el partido y conocidos los resultados de los partidos disputados el sábado, el Villarreal era y es líder absoluto de Primera División después de disputadas seis jornadas. A los medios de comunicación que mandan en el cotarro futbolístico les está costando digerir lo que debería ser una alegría colectiva y que no es otra que la situación en la tabla del Villarreal y el Celta de Vigo, dos equipos que no representan la supremacía de equipos titulares de capitales de provincia. Que una Liga tenga que ser salvo una excepción en los últimos años cosa del Barcelona y el Real Madrid, sí o sí, recorta considerablemente emoción a la Liga española. De modo que la irrupción del «submarino» amarillo hasta lo más alto de la cucaña es una buena noticia para el fútbol en general y ciertamente extraordinaria para los amarillos. Al final se confirmaron todas las buenas noticias, incluida la confirmación de la firmeza del sistema defensivo del Villarreal, que obligó a Simeone a sacar al campo a todo su ejército de atacantes, y cuyos esfuerzos murieron ante el dominio de los defensores amarillos; cuando lograron superarlo, se dieron de bruces con un portero tan joven como enorme en el físico y en el talento que desbarataron cualquier intento. Ni en la intensidad del juego resultó reconocible el equipo de Simeone: allí había dos equipos con deseos de ganar y acabó haciéndolo el mejor de la partida.

Nada resultó ser fruto de la casualidad el sábado en El Madrigal, porque hasta el gol fue la consecuencia de una jugada a tres bandas, en la que Trigueros, Soldado y Baptistao llevaron el balón desde la línea de medios atlética hasta el fondo de la red sin que el rival acertara a impedir la trayectoria decidida en cada momento por cada uno de los tres intervinientes. Un lance presidido por la ausencia de protagonismo propio en el que Soldado resultó ser lo suficiente generoso para optar por lo más seguro, que era la cesión de la bola Baptistao ya en la boca del gol, vacía de cuidador al que Soldado había atraído hacia él. Era el minuto trece de partido. Los atléticos pensarán en la mala suerte, los amarillos en todo lo contrario.

Supongo que (escribo antes de haber visto los periódicos del domingo) en las puntuaciones que los colegas acostumbran adjudicar a los actores de los partidos que por esta vez abundarán las notas de sobresaliente. Solo un equipo remando a la vez puede alcanzar el grado de eficacia conseguido el sábado ante el Atlético de Madrid, pero no puedo resistir la tentación hacer justicia con Bailly, gigantesco y rapidísimo siempre destacando entre una defensa pletórica, el meta Areola, tan joven como excelso, Bruno cada día más entonado en lo físico que estuvo magistral, Castillejo y todos los demás. Todos dejándose el resuello, en partido que les exigió lo indecible para un equipo que viene disputando partidos al límite cada tres días.

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