El voluntariado es el pilar sobre el que se levanta el tercer sector. Si no hubiera hombres y mujeres que dedicaran su tiempo y su esfuerzo a fines sociales sin recibir ninguna contraprestación a cambio muchas personas discapacitadas, familias sin recursos o afectados por la drogadicción, los desahucios, la violencia y la discriminación racial no lograrían ayuda. Las oenegés cubren aquellas necesidades a las que el Estado no llega y, para ello, el voluntariado es fundamental.

Una de las organizaciones que conoce bien su importancia es Cruz Roja. En Castelló cuenta con 4.975 voluntarios que desempeñan diferentes funciones en múltiples proyectos sociales. Entre ellos, destaca el plan de empleo, en el que colabora Teresa Pitarch, una azafata de Iberia prejubilada de 61 años que, un buen día decidió hacerse voluntaria para ocupar su tiempo libre. Su labor es realizar un seguimiento a los desempleados que atiende la organización. «Entran en un círculo de frustración y es muy difícil sacarlos de ahí», lamenta la voluntaria que día a día se enfrenta al drama humano del paro.

La mayoría de personas a las que ayuda son «gente española que tuvieron cierta posición y se han quedado sin trabajo y excluidos». Por ello, tiene la certeza de que «cualquiera podría acabar en esa situación». Teresa se preocupa especialmente por la gente mayor en paro porque su reinserción laboral es «muy complicada», advierte. También lamenta la falta de oportunidades que sufren las personas con enfermedades mentales y las dificultades con que se encuentran las mujeres víctimas de la violencia de género para encontrar empleo. «Cuando salen de la casa de acogida se encuentran solas, sin apoyo familias y, a menudo, con niños pequeños a su cargo.

Pese a su dedicación y entrega desinteresada al proyecto desde hace cuatro años, Teresa Pitarch considera que es Cruz Roja quien la ha salvado a ella, ahora que el voluntariado se ha convertido en una parte «muy importante» de su vida. Siente que le han abierto los ojos ante una realidad que desconocía: «Es una ventana al mundo, antes no era consciente de que existía esta periferia en Castelló».

Y si el desempleo es uno de los campos de acción prioritarios de la organización, el de la juventud no es menos importante. Isaac Torres lleva 9 años como voluntario en esta sección de Cruz Roja. Empezó en Barcelona, su ciudad natal, y continuó en Castelló, donde vive desde que conoció a su pareja, también voluntaria, en un encuentro estatal. A sus 27 años compagina su carrera como profesor de piano con su labor con niños y adolescentes. Imparte charlas en centros educativos sobre materias como alimentación, prevención de drogas, acoso escolar o sexualidad.

También trabaja con niños en riesgo de exclusión social y se da por satisfecho si consigue que «se olviden por un rato de sus dificultades», admite. Anima a todo el mundo a colaborar: «No hay que dar nada material, a veces sólo dedicando tu tiempo y dando sonrisas puedes hacer feliz a la gente».

A Isaac también le cambió la vida hacerse voluntario. «Cruz Roja es casi lo más importante para mí, a la hora de organizarme el día antes pienso en mi labor aquí que en cualquier otra cosa», dice orgulloso. A su juicio, para ser voluntario, todo lo que hace falta son «ganas de ayudar y capacidad de empatía». «El sistema ha ido marginando a la gente», lamenta, y en este contexto la labor del voluntariado resulta muy valiosa.