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La vida en verde

Villahermosa, el santuario de la trucha

La piscifactoría tiene una capacidad máxima de producción de 50.000 peces anuales, pero ahora dispone de 7.000

Villahermosa, el santuario de la trucha

Conjugar la conservación de la trucha común con su explotación sostenible. Es el círculo virtuoso que ha cerrado el Ayuntamiento de Villahermosa a través de su piscifactoría, que ha permitido repoblar las aguas del río con esta especie autóctona y generar un nuevo recurso económico para el municipio.

Hace ya una década que se puso en marcha la instalación, aprovechando que el agua del río Villahermosa reúne las características apropiadas para la cría de la trucha común. Tras unos años iniciales de investigación (a partir de truchas pescadas en el propio río Villahermosa), se logró completar el ciclo de producción, que abarca el desove, la inseminación y la cría de los peces en los diferentes estanques.

La planta puede generar hasta 50.000 truchas anuales, aunque en la actualidad dispone de 7.000, ya que la sequía de hace unos años mermó la población del vivero. Los peces tienen tres salidas: una parte se vende en la propia piscifactoría a la gente que va a visitarla; otra se comercializa entre los restaurantes del pueblo; y una tercera se vende para repoblar ríos, especialmente el Turia, donde existen varios cotos de pesca. Las truchas también van al río Villahermosa, que dispone de un coto de 7 kilómetros de pesca sin muerte que gestiona una asociación local.

La cría de la trucha es laboriosa, ya que la raza autóctona tiene un proceso de crecimiento más lento que el de otras especies. La piscifactoría dispone de grandes hembras reproductoras a las que se extraen los huevos para fecundarlos. Los huevos se ponen en cubetas hasta que nacen los alevines. De las cubetas pasan a las balsas interiores y con aproximadamente 3 centímetros son llevados a las balsas exteriores, donde se les empieza a alimentar a partir de las tres semanas.

Con año y medio, las truchas adquieren el tamaño y peso apropiados para el consumo y están listas para repoblar los ríos. Para la venta al público y a los restaurantes hay truchas de un cuarto de kilo, peso que alcanzan con dos años y medio.

La trucha común ya no es una especie amenazada en Villahermosa y campa a sus anchas a lo largo del río. Además, se ha convertido en un foco de atracción para pescadores (que pagan por el uso del coto) y turistas atraídos por la propia piscifactoría y el buen hacer culinario de los restaurantes del pueblo.

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