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Grupo Rosario, el barrio de la higuera y los «bous al carrer»

Vicente Álvarez representa al vecindario

Grupo Rosario, el barrio de la higuera y los «bous al carrer»

En el corazón de la Quadra Saboner se encuentra el Grupo Rosario. Sus dos calles, Canet lo Roig y Cinctorres, desprenden el encanto de un pequeño pueblo dentro de la ciudad. La mayoría de los vecinos son de avanzada edad, como las casas bajas que habitan, que cuentan con más de medio siglo de vida. Se instalaron en Castelló procedentes de Vistabella, Xodos, Benafigos y otros pueblos del interior y han visto cómo poco a poco sus hijos se han marchado del barrio a zonas más céntricas.

Aún así, queda algún que otro residente joven, como Vicente Álvarez, el presidente de la asociación de vecinos. «Me gusta vivir aquí, no hay aglomeración de tráfico y los niños pueden jugar en la calle sin problemas, no tenemos nada que envidiar al centro de la ciudad, aunque es verdad que allí cuando se estropea algo lo arreglan antes», señala el portavoz vecinal.

El Grupo Rosario no goza de grandes infraestructuras ni de muchos servicios -aparte de dos líneas de autobús y su cercanía a la piscina municipal, el centro comercial y la UJI- pero la sencillez que destilan sus habitantes hacen de este enclave del distrito Oeste un sitio agradable donde vivir. El elemento más emblemático del barrio no es una estatua de un gran artista o una plaza histórica, sino una simple pero majestuosa higuera, que aunque en esta época del año no luce en todo su esplendor, dicen que en verano proporciona una sombra generosa a todo aquel que descanse bajo su copa. Además, los vecinos que han ido remodelando las casas viejas han reutilizado las pilas de piedra en las que antiguamente se lavaba la ropa conformando con ellas un banco ancho y robusto junto al árbol.

Los vecinos conservan costumbres arraigadas como la de salir a tomar el fresco en las noches de verano a la puerta de casa, donde comparten cena y charla. Los más mayores quedan por las tardes en la sede de la asociación vecinal para jugar a las cartas, el entretenimiento favorito de los jubilados después de cuidar a sus nietos. «Es muy normal que los niños vengan a ver a sus abuelos durante el fin de semana o que se queden aquí por las tardes cuando salen del colegio mientras los padres trabajan», señala Vicente. Además de que las calles estrechas sin tráfico resultan idóneas para que los niños disfruten al aire libre, disponen también de una pequeña zona de juegos en la calle Sierra Carrasqueta, conocida como «la placeta». «Nos costó años de reivindicaciones que instalaran unos columpios aquí, pero al final lo conseguimos», recuerda el representante vecinal.

Otra de las tradiciones del barrio, la más emblemática de ellas, son los bous al carrer. Llevan sesenta años celebrándolos ininterrumpidamente. Es, de hecho, el único barrio de Castelló, aparte del Grau, que ha conservado los festejos taurinos desde sus inicios (otros grupos periféricos también los celebraban, pero dejaron de hacerlo por la crisis, y últimamente alguno loS ha vuelto a recuperar). Normalmente se celebran entre el 7 y el 12 de octubre, por el día del Pilar, y su coste es asumido por las peñas. Las dos calles que componen el barrio se abarrotan de jóvenes intrépidos que corren ante los astados. «Hay una gran afición en el Grupo Rosario a los bous al carrer», dice orgulloso Vicente. No es la única festividad que celebra el vecindario. También rinden honor a Sant Antoni con una bendición de animales que tiene lugar en la sede de la asociación vecinal.

En el barrio se cuida la tradición religiosa. Por ello, cada último viernes de mes, el párroco de San José acude a oficiar misa al local de los vecinos en la calle Canet lo Roig, donde también suelen organizarse clases de música y baile para mayores.

La estampa de este grupo periférico la completan los comercios. Son pocos, pero tienen solera y el trato cercano es su sello distintivo. La tienda de ultramarinos de Encarna García tiene décadas de historia. Ella regenta el negocio desde hace 23 años, cuando tomó el relevo de los antiguos dueños. Frutas, verduras, embutidos y todo tipo de productos de primera necesidad abarrotan las estanterías de esta pequeña tienda que trata a los clientes como si fueran de la familia. «Todos nos conocemos aquí», indica la propietaria.

Además, hay dos bares, Casa Vicente y el de La Abuela, y una peluquería, cuya actividad se nutre de los residentes de la zona. Donde se cruzan la calle Cinctorres y la Quadra Saboner se ubica también un taller de carpintería. «Es de los pocos que quedan en Castelló», dice Antonio Gutiérrez, uno de los dueños, mientras pasa la lija a un mueble artesanal que servirá para cubrir un radiador.

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