El Grupo Rosario de Castelló, en el corazón de la Quadra Saboner, es un lugar apacible para vivir, según relatan sus vecinos. La escasez de tráfico en la zona y las casas bajas del barrio aportan una tranquilidad más propia de un pequeño pueblo que de una ciudad.
Sus residentes -la mayoría de avanzada edad- no cambiarían este emplazamiento por ningún otro. En sus estrechas calles se respira un aire de familiaridad que compensa los inconvenientes de vivir en la periferia.
Donde antaño hubo huertos de naranjos, se ubican hileras de casas de dos alturas que datan de hace cincuenta años en las calles Cinctorres y Canet lo Roig. Su estética es sencilla, sin ornamentos, y las que siguen intactas conservan la clásica y esquemática fachada de una puerta y dos ventanas a los lados.
Entre las construcciones del barrio, destaca un maset ubicado en la discreta calle Sacanyet, un estrecho camino que lleva al Grupo Rosario. Está deshabitado desde hace algún tiempo y las malas hierbas se han apoderado del patio, pero su estado decadente no impide apreciar la belleza de su arquitectura y adivinar el esplendor del que algún día presumieron sus jardines.
Sin embargo, hay otros elementos que afean la estampa del barrio. La falta de limpieza en algunos puntos influye. La vegetación crece sin control en los bordes de la calle Sacanyet y cuando se desbroza los restos se quedan en el suelo. «Esto en el centro no pasaría», dicen los vecinos. No piden grandes obras, sino pequeñas actuaciones que ayuden a mejorar la vida en el barrio. Una de las que más urge es la instalación de luminaria al final de un angosto pasillo que utilizan los vecinos para acceder al edificio Urban, un centro polifuncional que alberga un consultorio, aulas de informática y una biblioteca, entre otros servicios. Algunos baches en las calles, aceras impracticables y solares donde las malas hierbas campan a sus anchas conforman también el entorno.
