La agricultura ecológica se preocupa por recuperar y fomentar el cultivo de variedades de tomate tradicionales. Buscan dar continuidad a aquellas tipologías de cada zona que conservan el auténtico sabor del tomate. De hecho, se organizan ferias de intercambio de semillas, como la celebrada en Almassora el pasado mes de septiembre. Entre las variedades tradicionales, destaca el raf, el de Mutxamel o la tomata de penjar. Son ejemplares sabrosos, pero al estar acostumbrados al cultivo al aire libre y en una época concreta del año, «la planta no funciona bien fuera de esos parámetros», advierte Roselló. Por ello, difícilmente pueden competir con variedades modernas en un mercado que exige altos niveles de producción. A esto hay que añadir que los agricultores, al cobrar por kilo, optan por variedades modernas que producen unos 14 kilos por metro cuadrado, frente a las tradicionales, que suponen menos de la mitad de cosecha.
