Los petardos causan dos reacciones antagónicas en los niños: hay algunos que los adoran e incluso pasan los días de fiestas explotando pequeños artefactos de pólvora, y quienes los detestan y salen despavoridos en busca del abrazo paternal cuando oyen el más mínimo estallido. Actuar en esta etapa puede ser fundamental para evitar el desarrollo de la ligirofobia. La familia debe «hacer ver al niño que, en principio, no hay ningún peligro si se hace con seguridad», señala el psicólogo Adrián Sánchez Sobrino. Además, no debe permitir «evitaciones» ni «escapes». Es decir, «si estamos en una plaza donde tiran muchos petardos y el niño quiere irse, lo recomendable es salir de esa situación, calmar su ansiedad y regresar de nuevo a la plaza, no evitar ni escapar del miedo», explica el experto, quien incide en la necesidad de acudir a un profesional para aprender técnicas de relajación y respiración que puedan ayudar al menor en estos casos.