Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Problema

Se suele decir que el principal problema de Cruz es la ausencia de dinero. No es así del todo. La falta de dinero solo es un problema cuando lo único que puedes ofrecer es dinero. El principal problema de Cruz es despreciar todo lo demás, todo lo que podría haber aportado al Castellón en un momento determinado, en el instante incierto en el que llegó, en caso de haber macerado otro carácter y otra visión, con más humildad y con otros consejos. El problema visible es el exceso de chulería, el orgullo mal entendido que ha quemado todos los puentes necesarios y lo ha dejado boqueando en una burbuja repleta de mierda, rodeado de acólitos que le dibujan una realidad a su medida, una realidad que ni existe ni se sostiene allá fuera, donde la afición del Castellón, su clientela al fin y al cabo, sigue siendo como es, para lo bueno y para lo malo, y no como les gustaría que fuera.

El penúltimo episodio es sangrante y subraya la incapacidad del presidente para empatizar con los aficionados del club que dirige, los que estaban antes de que llegara y los que seguirán estando cuando se vaya. El problema de Cruz es la nulidad absoluta para potenciar los nexos de unión del albinegrismo, que los hay. Pero al contrario, Cruz no desaprovecha ocasión para abrir heridas. No solo los denuncia en el juzgado y los insulta en los medios: pierde la oportunidad de aceptar un perdón sobre el que construir esa cacareada paz social. Porque no, su gobierno ha sido siempre el del enfrentamiento, del conmigo o contra mí, sin espacio para los matices. Accionistas, periodistas, políticos, futbolistas o hinchas. Siempre así. O casi. Pero sobran los ejemplos.

Sea como fuere, de todo se aprende. Los aficionados del Castellón ya saben lo que hay. Si su presidente los llama delincuentes y sinvergüenzas salen en portada. Si un juez los absuelve, con suerte, en un rincón. Si tienen un derbi el domingo, su propio club desestima la venta anticipada por «mucho trabajo», lo que nos obliga a volver a lo mismo. No es el dinero, o no es solo eso. Nadie pide que un club de Cuarta contrate trabajadores para vender un puñado de entradas. El problema no es ese. El reincidente problema es no haber entendido nada, no haber construido una relación con tu gente para que, en estas cosas y en todo lo demás, se involucre en el bien común. Lo normal, en otro marco de convivencia albinegra, sería pedir esas entradas para evitar incidentes, facilitar la vida de tus hinchas y el apoyo a los futbolistas, y que los propios aficionados las vendieran en su sede.

A no ser que lo que se busque, en la triste cruzada criminalizadora y al calor etílico de la Magdalena, sean vacíos e incidentes. Ya no sé.

Mientras, a los parias nos queda lo básico. Disfruté la otra noche viendo el magnífico documental de Sergio Cortina sobre el derbi de Génova. En un momento dado, un tifosso de la Sampdoria encadena tres sencillas frases. «Mis ídolos no son los jugadores. Mi ídolo es la camiseta de la Sampdoria. Lo importante es que lo den todo por la camiseta».

Y sí, es tan fácil como parece. Es justamente eso. Cambien Sampdoria por Castellón, adoren cuanto representa y significa la camiseta, y lleven mejor, tan bien como se pueda, esta pesada pero bella, única y albinegra resistencia.

Compartir el artículo

stats