El deseo es algo importante en la vida. Es lo que atrae, lo que impulsa hacia una meta y hace pelear por ella hasta el último suspiro, hasta que fallan las fuerzas. Ayer quedó claro que el deseo lo tenía el Rayo y por eso se quedó con la victoria ante el Villarreal.

La resaca de Praga, las bajas que se acumulaban, el cansancio, los rostros nuevos en el once...Todo son explicaciones para entender la derrota, aunque quedan eclipsadas por la falta de ambición de la segunda mitad. Así superó el Rayo a un Villarreal que, con la derrota, se queda con seis puntos de ventaja sobre el quinto, el Athletic, y con la obligación de visitar el Santiago Bernabéu el miércoles.

Y es que se podría decir que el Villarreal se vio sorprendido por la intensidad del Rayo aunque, teniendo en cuenta la situación límite que vivían los vallecanos, era de esperar que los hombres de Paco Jémez saltaran con el colmillo afilado. Pronto demostraron su hambre, con un Bebé muy activo por la izquierda que desarboló a un Mario que echa de menos un mejor momento físico. El portugués puso a prueba a Areola en el primer minuto con un duro disparo desde la izquierda.

Influido por los numerosos cambios en el once, donde formaban hombres con poco ritmo de juego como Jonathan o casi inéditos como Alfonso Pedraza, el Villarreal salió a la expectativa, necesitado de encajar las piezas nuevas para empezar a carburar. Aprovechó esta circunstancia el Rayo para adelantarse. Un centro de Pablo Hernández desde la derecha propició el disparo de Miku dentro del área. Rechazó Areola, pero Javi Guerra, se deshizo de la marca de Víctor Ruiz para batir al guardameta francés.

Espabiló a la fuerza el Villarreal. Se puso las pilas Denis Suárez, desplazado a la banda derecha y, voluntarioso, lo intentó sin suerte Alfonso Pedraza en la izquierda. Con un Trigueros apagado, fue Jonathan quien tomó el timón del conjunto amarillo y, tas un par de avisos de Denis Suárez, el mexicano fabricó el tanto del empate.

Un rechace defensivo, el internacional azteca lo convirtió, al primer toque, en una asistencia de gol. Entre líneas, Adrián López se marchó de su par y con un sutil toque superó a Juan Carlos para igualar. Era el minuto 20 y parecía que el Villarreal daba la vuelta a la dinámica.

Pero, tras el empate, se planteó un duelo de combinaciones, pero sin generar sensación de peligro real por ninguna de las dos partes. El Rayo, espoleado por la necesidad, fue el que más lo intentó. Bebé entraba una y otra vez por la banda de Mario y Pablo Hernández comenzaba a ganarle terreno a Adrián Marín. Llorente lo intentó con un lanzamiento lejano que desvió Bailly y un centro de Pablo Hernández terminó con un peligroso cabezazo de Miku.

Se alcanzó el descanso con un Villarreal contemplativo y un Rayo cada vez más frenético. Y es que a los madrileños no les valía el resultado, mientras que para el Villarreal era superar otra estación hacia la Champions sin daño. Ahí radicó la diferencia en la segunda mitad.

Premio vallecano

Los amarillos vieron cómo el Rayo tampoco tenía demasiado claro el camino hacia la meta de Areola. Embrollados en un mediocampismo estéril, los primeros 20 minutos de la segunda mitad se sucedieron sin acercamientos reseñables al área.

Pero, con la entrada de Jozabed y Manucho, Jémez dejó claro que sólo contemplaba la victoria o la muerte. Entonces, un centro medido de Tito, perfecto en su ejecución, alcanzó el punto de penalti del área amarilla. Allí encontró a un Miku que estaba solo, en un clamoroso error de marca. El venezolano conectó un certero cabezazo que batió a Areola.

Después, comenzaron las prisas y el bombeja, Agustinet. Pero fue inútil porque ni el hambre de Bakambu ayudó a un Villarreal anestesiado. Incluso Manucho estrelló un balón en la madera que pudo ser el 3-1. Así, el submarino se marcha de Vallecas dando aire a sus rivales y le regala casi la salvación al Rayo.