Barcelona y Sevilla pugnan hoy en la final de la Copa del Rey por un título cuya consecución supondría para ambos poner la guinda a un curso excelente, ya que en caso de triunfo azulgrana lo sumarían a la Liga ganada hace una semana y si es de los andaluces, el doblete sería con su reciente Liga Europa.

El partido llega para los dos conjuntos en un momento álgido, especialmente de ánimos, y quizá más el Sevilla, que entrará en el Vicente Calderón a las 21.30 horas como vigente campeón de la Liga Europa, torneo que el miércoles alzó por quinta vez en su historia, y el tercero de forma consecutiva.

Esto hace que los sevillistas, que aplazaron la celebración hasta el próximo lunes para preparar su nuevo duelo con el todopoderoso Barcelona, afronten con el ánimo por las nubes su octava final de Copa, pero también puede pasarles factura el desgaste físico sufrido en Basilea para remontarle y ganarle al Liverpool (3-1), sobre todo al haber tenido sólo cuatro días de margen entre una y otra cita.

Será el cuarto enfrentamiento esta temporada entre ambos equipos, que cierran el curso de la misma forma que lo abrieron, cuando en un choque memorable se jugaron a una carta en Georgia la Supercopa de Europa, trofeo que se fue a las vitrinas del equipo catalán gracias a un tanto de Pedro Rodríguez en la prórroga (5-4) forzada por los hispalenses tras enjugar tres goles de desventaja, del 4-1 al 4-4.

Ha llovido mucho desde entonces, hasta el punto de que el Barcelona ha reeditado el título liguero y el Sevilla ha ampliado su mística europea, convirtiéndose en el equipo referencia en el segundo torneo más importante de clubes en el viejo continente.

La final de la Copa del Rey los ha reencontrado de nuevo en un partido inédito, ya que nunca antes en este centenario se habían medido, aunque sí, en cambio, en doce ocasiones en eliminatorias anteriores, con un balance favorable a los azulgrana, que pasaron ronda en ocho ocasiones, por cuatro del club del barrio de Nervión.

Recuperación azulgrana

Después del triplete del año pasado, el Barcelona busca en éste un doblete que complemente a la Supercopa de Europa y al Mundial de Clubes que ya ganaron antes de 2016 los pupilos de Luis Enrique, que acude a la final con su equipo en un estado inmejorable, tras haber completado un final de temporada con dos ritmos totalmente opuestos.

Mientras en el primero llegó a comprometer su liderato, hasta el punto de que la diferencia de goles le ayudó a agarrarse al primer puesto a falta de cinco jornadas tras perder once puntos en cuatro partidos, fue en los cinco últimos encuentros ligueros donde explotó como parecía que no iba a volver a hacerlo y firmó un quince de quince, con un balance de goles de 24 a favor y ninguno en contra.

Con estas cifras acude el Barça al Calderón para presentar batalla a un Sevilla que, con 13 títulos ganados en toda su historia -9 en una última década prodigiosa, incluido ya su quinto de la Liga Europa del miércoles-, bajó el pistón en el tramo final de la Liga para centrarse en las dos finales.

Desgaste sevillista

Y el conjunto de Unai Emery, al que históricamente siempre se le dio mal el Barcelona hasta que en octubre pasado le ganó por primera vez (2-1 en la primera vuelta de la Liga), sacó lo mejor de sí en Basilea, precisamente lejos del Sánchez Pizjuán, después de que en esta liga fuera el único equipo que no ganó ni una vez como foráneo.

La propuesta de Luis Enrique para la final no va a variar mucho, especialmente en el once, pues se espera el equipo de gala con la única duda, poco posible, de que el meta chileno Claudio Bravo, ya recuperado, pudiese arrebatarle la titularidad al cada vez más seguro Marc Ter Stegen. El Barça sabe que no va a tenerlo fácil ante un Sevilla que ya le ganó en la primera vuelta de la Liga, precisamente en el primer partido en el que Messi estuvo ausente por lesión. Eso sí, llega en un momento de seguridad y confianza: el Barcelona ha dejado su portería a cero en los últimos cinco partidos disputados.