La experiencia de participar en unos Juegos Olímpicos es inolvidable, aunque en ocasiones lo sea por razones inesperadas. Ese regusto contradictorio, casi agridulce, lo conoce muy bien José Francisco Jarque por su experiencia en Sídney 2000. El valldeuxense formó parte de la expedición española de ciclismo en pista junto a su paisano, Salvador Meliá, en su caso para participar con el equipo de persecución. Un hito para la población de la Plana Baixa que completaba su desembarco en Australia con la presencia del padre de Meliá como mecánico de la selección nacional. Pero antes ni siquiera de poder pisar el velódromo de Dunc Gray, el castellonense vio cómo la burocracia y los filtros de seguridad complicaban su sueño olímpico.

«Me encontré con muchas trabas cuando aterricé en Sídney. Cuando llegabas al aeropuerto, ibas pasando controles de seguridad en los que pedían la documentación y comprobaban si estabas en la lista facilitada por el Comité Olímpico Español (COE). Pero me encontré con la sorpresa de que mi nombre no aparecía en ningún sitio», rememora Jarque. «Me trasladaron a una habitación para intentar solucionar el asunto y, al final, el COE se puso en contacto conmigo y me dijeron que no podía ir a la Villa Olímpica. La solución que tomaron fue llevarme a la villa de los periodistas hasta que encontraran una solución», explica el exciclista que reconoce que la situación afectó su rendimiento en la pista.

«Llegaba a Sídney en un gran momento de forma y, si no me hubiese sucedido este contratiempo, habríamos hecho un mejor papel como equipo. Terminamos en duodécima posición, pero los cuatro que participábamos teníamos nivel para acabar con mejor tiempo y en una mejor posición», afirma Jarque que se vio obligado a «pasar varios días aislado en la villa donde estaban los periodistas».

Esta situación le afectó tanto a nivel físico como a nivel mental. «Me sentí bastante mal en esos días. Hasta el segundo, no me trajeron un rodillo para empezar a entrenar, pero no era lo mismo porque no podía pisar el velódromo y estar con el resto de mis compañeros», recuerda Jarque. Un contratiempo producido por algo tan sencillo como no notificar un cambio. «La Federación Española de Ciclismo (FEC) manda al Unión Ciclista Internacional (UCI) el listado con todos ciclistas que van a participar en los Juegos. En un principio, no me incluyeron en el listado, pero luego Sergi Escobar no podía acudir por lesión, así que me tocó sustituirle. Pero ese cambio nunca se notificó a la UCI y, por eso, no me dejaron entrar en la Villa Olímpica nada más llegar», comenta el vallero.

La suerte tampoco acompañó al equipo español de persecución. «Mikel Alzamora se quedó pronto y no pudimos aspirar a nuestro mejor tiempo. Cualquier error, cualquier problema te penaliza mucho porque no hay una segunda oportunidad», explica.

Pero esta mala experiencia no empaña el recuerdo inolvidable que dejaron en el pistard provincial tanto la ceremonia de inauguración como su estancia en la Villa Olímpica, una vez que pudo acceder a ella. «Tuvimos suerte porque competíamos dos o tres días después de la inauguración y, aunque nos dieron permiso a regañadientes, nos dejaron asistir. Antes de ir, no te imaginas que sea para tanto. Nos pudimos hacer fotos con atletas de todo tipo, de todas las razas y todos los países. Era espectacular por la cantidad de deportistas de distintas culturas y razas que se dieron cita en el Stadium Australia», asegura Jarque.

Una grandeza única

«Los Juegos tienen una grandeza que no posee ninguna otra competición. Cuando preparas este objetivo, lo ves como uno más. No lo ves como algo especial hasta que no estás allí», se sincera el ciclista castellonense. «Me sorprendió lo que te admiraba la gente por ser deportista. En el comedor, te podías juntar con cualquier deportista, se vivía todo de otra manera. Podías comer con tenistas famosos, jugadores de baloncesto o de balonmano y veías que llevaban la misma vida que tú».

Pero Jarque destaca que, para un pistard, se ha convertido en algo muy difícil participar en unos Juegos Olímpicos. «Ahora que peleo, como seleccionador de la Comunitat Valenciana, creo que falta más ayuda. Me clasifiqué para Sídney sin recibir ayuda de la Diputación o a nivel local. En esa época no había nada y ahora sí que hay más, pero las ayudas son escasas», explica y añade que «España no está en primera línea. En otros países cuentan con una estructura de trabajo. Por ejemplo, Australia o Gran Bretaña nos sacan años luz en este deporte. Cuando competíamos, en una época con mayor inversión, conseguimos logros muy importantes, pero ahora la diferencia vuelve a ser la misma que hace quince años».