Se acercan los Juegos Olímpicos y a Yurema Requena le vienen muchos recuerdos a la cabeza. «Todos buenos», se apresura a decir. Hace ocho años desde que participó en Pekín, pero las vivencias las tiene muy presentes, sobre todo cuando mira su pie derecho, donde tiene tatuados los aros olímpicos. «Para todo deportista llegar ahí es lo máximo aunque he de reconocer que como cuando empecé las aguas abiertas no eran deporte olímpico no tenía demasiadas aspiraciones. Pero claro, cuando eso cambia y existe la posibilidad real e ir a unos Juegos las ganas aumentan», confiesa.

La nadadora de Vila-real se inició en esta modalidad en 2002 y, seis años después, se convertía en la primera española en representar a su país en la prueba de los 10 kilómetros en Pekín. «Es un orgullo», confiesa. Pero el camino para llegar ahí no fue de rosas. «La clasificación nos la jugamos el verano de antes. Fue dura y difícil y solo entraban dos nadadoras. No lo conseguimos ninguna en aquel momento y entramos en la repesca en Sevilla. Teníamos que acabar el Mundial entre las diez primeras, compitiendo entre nosotras y con otras nadadoras de un grandísimo nivel. Pero aquel día fue mi día y conseguí el bronce mundial en los 10 kilómetros y mi billete para Pekín», relata Yurema, quien justo en ese momento se convirtió en la primera española que lograba una medalla mundial en los 10 kilómetros.

Pero, ¿qué se le pasó por la cabeza en aquel momento a una joven de 25 que acababa de clasificarse para la mayor competición deportiva del mundo? «Primero te quedas un poco en shock. Cuando faltaban dos kilómetros para llegar a meta iba en la posición décima o undécima, pero como siempre he sido una nadadora que ha ido de menos a más fui recortando posiciones y crucé la meta sin saber en qué posición lo había hecho exactamente. Cuando me lo comunicaron no daba crédito y estallé de alegría», dice.

En Pekín, más que aguas abiertas, Yurema se encontró «con una especie de pantano, donde colocaron dos líneas rectas con corchos, el agua bastante caliente y sin medusas», pero desde el primer momento de la prueba de los 10 kilómetros no se encontró nada cómoda y acabó en la décimo tercera posición. «Se me quedó una espinita clavada», reconoce y no duda en explicar que «al lanzarnos al agua hubo un poco de avalancha y eso me desgastó. Además, no había entrenado igual que con mi entrenador habitual -en los Juegos se trabaja a las órdenes del técnico de la selección española- y todo me pasó factura. Se me quedó un mal sabor de boca porque no di lo que me hubiera gustado dar.

Llegaba como tercera del mundo y eran las mismas rivales, pero no pudo ser».

Esos sí, pasados los años Yurema ve las cosas de otra forma. No todos los días una puede competir con las mejores en unos Juegos Olímpicos y ella puede presumir de haberlo hecho. «A todo el mundo le gustaría subir al podio, pero la experiencia y las vivencias fueron muy buenas. Hay que tener en cuenta que solo se compite un día y que ese día te la juegas», explica.

Tras su paso por Pekín a Yurema no le cambió en nada la vida y siguió compitiendo y cosechando éxitos hasta que en 2012 se replanteó su vida y vio que de la natación no podía vivir, así que cerró su etapa como profesional en el Mundial de Barcelona en 2013, justo diez años después de su debut mundial en la misma ciudad