o parece Fernando Roig Alfonso alguien pusilánime ni amigo de chapuzas y mucho menos cuando se trata de las cosas de comer. Las cosas de comer para Roig podrían ser tres: la primera la propia estimación, la segunda las empresas de las que depende la mayor parte de todo lo bueno que ha llevado a cabo hasta ahora, incluido el Villarreal y la tercera su capacidad para aceptar, resolver y ganar cualquier reto que valga la pena. Por lo que hace al clube que preside, lo dejó diáfanamente claro cuando Juan Román Riquelme, que no era nadie para las cosas del fútbol, sacó a pasear su ego y planteó al presidente una postura frontal, digna del genio que anidaba en lo más profundo de su orgullo herido. Vino a decirle Riquelme a aquel que era su presidente y quien le pagaba un sueldo seguramente apañado, que él (Riquelme) o el entrenador (Pellegrini) porque los dos no cabían. La intención no era otra que incrementar su influencia entre la plantilla, que de resolverse de manera distinta a la decisión que se tomó, la influencia del argentino hubiera llegado demasiado lejos. El costo dinerario asumido por el presidente Roig fue de diez millones de euros, lo que dio para ganar la apuesta, dejar claro para los restos quien manda ahí. Una personalidad capaz de levantar Pamesa, desde el fondo del mar en que estaba, ampliar en España y fuera de ella su actividad fabril con nuevas industrias relacionadas con la cerámica y hasta reflotar otras, ahora a pleno rendimiento y de propina levantar al Villarreal hasta la Primera División, descender dos veces, levantarse en ambas y llegar a disputar hasta una semifinal de Champios, participar en otra después y tener a la vista una nueva ahora mismo, basta y sobra para mostrar a quien quiera verlo, un currículo incuestionable. Que ante semejante estado de cosas el entrenador Marcelino García no entendiera que el triunfo de David sobre Goliat solo se da en la Biblia, es no haber entendido nada de lo que pasa en el Vila-real.

En el momento en que escribo los rumores respecto del nombre del entrenador que ha de llegar van de la excelencia de Pellegrini a la de un principiante. La tarea que espera al nuevo ocupante del banquillo es cualquier cosa menos sencilla; más bien se está ante un trabajo monumental, que puede llevar al «submarino» amarillo a alcanzar un puesto relevante en la Champions o incluso caer en la eliminatoria previa. A estas horas los dirigentes del Mónaco y su masa social se deben estar frotando las manos, ante el tsunami que ha entrado, despendolado, en las estructuras del Villarreal. El Villarreal es ahora mismo una joya, que no debe depositarse en manos de cualquier advenedizo. Sería un sarcasmo, para decirlo en fino, echar por la borda todos los méritos cobrados en la temporada anterior, cuando el Villarreal ganó la liga de los «otros», puesto que los unos son dos trasatlánticos y un destructor que navegan por el mar océano.

No seré yo quien reste méritos profesionales a Marcelino García, el mejor entrenador de cuantos el Villarreal puede pagar lo que ya he dejado en negro sobre blanco en otras ocasiones. Trabajador y con carácter, creímos entender que dirigía la plantilla con mano diestra y resultados óptimos, cuando en realidad parece que no todo el monte era orégano. Toda convivencia es difícil, así en un vestuario futbolero como en cualquier convento de ursulinas, incluido también cualquier matrimonio, incluso aquellos que se suponen modélicos. Las plantillas de los equipos de fútbol están a rebosar de egos monumentales, con lo que muchas de las horas de cada día los entrenadores las han de dedicar a templar gaitas y todo y lo dicho, a veces, petan.

La rumorología apunta malas relaciones entre el entrenador y Musacchio, a lo que habría que añadir, que el entrenador Marcelino no estaría de acuerdo con todos los fichajes que se han producido, más la posición mayoritaria de los jugadores que habrían dado su soporte, supuestamente al defensa argentino.

Cuando esta columna llegue a manos de los lectores de Levante de Castelló, tal vez el entrenador nuevo esté ya dirigiendo los entrenamientos. Lamentablemente uno no es adivino y en el momento de entregar el original la designación no era pública. A quien llegue le deseamos toda la suerte del mundo. La va a necesitar.