Franco Berardi es un influyente pensador humanista que intenta aportar algo de luz en un momento en el que los fundamentalismos han vuelto a coger fuerza. A su juicio, los actuales conceptos de democracia y política han perdido eficacia para responder a las nuevas amenazas, y aboga por una transformación basada en la solidaridad y la empatía social.

Crisis financiera, auge del terrorismo yihadista, resurgimiento de movimientos nacionalistas y ultraconservadores... ¿El humanismo tiene futuro?

De un lado, hay una explosión con la crisis social y política, y por otro, la creación de un sistema técnico del automatismo del pensamiento y de la vida. Son los dos peligros que se presentan y que pueden destrozar al humanismo.

El humanismo superó en Occidente al fundamentalismo religioso de la Edad Media. ¿Cómo puede superar ahora las nuevas amenazas que menciona?

El humanismo es la emancipación del dominio totalizante de la teología, pero ahora nos enfrentamos a una nueva teología, que no es religiosa, sino económica y técnica. Es la nueva amenaza que cercena la libertad humana. En la época medieval, la teología tenía la cara de un Dios poderoso, ahora tiene la cara de las finanzas y la técnica.

¿Se puede vencer a esta nueva teología?

Estamos en una época posthumanista, ¿cómo se puede transmitir al futuro las claves de libertad y solidaridad y de empatía que el humanismo garantizó en cierta medida? La respuesta no está en el pensamiento puro, está en la práctica política, terapéutica, artística y musical que hay que inventar.

Los movimientos sociales en Europa y la primavera árabe generaron esperanza en 2011, pero parece que en estos momentos sigue todo igual o peor...

2011 fue un año importante para los países árabes, Estados Unidos o España con el 15M, ¿por qué no hemos logrado transformar el totalitarismo financiero o fundamentalista? Creo que hemos malentendido la dimensión verdadera del proceso. Hemos pensado que la política y la democracia son las formas que pueden oponerse al totalitarismo, pero la democracia y la política están muertas porque han perdido la eficacia que tuvieron en el pasado moderno. Ahora la cuestión es encontrar nuevas formas de acción eficaces. Más que la voluntad política hay que buscar la solidaridad y la terapia social. La depresión es una enfermedad dominante en este siglo. La crisis que vivimos es del psiquismo social, y la política no puede hacer nada contra eso.

Y esta transformación psíquica, ¿cómo se puede llevar a la práctica?

Habría que transformar la terapia desde un punto de vista individual a una forma de acción colectiva y social. El Rototom es un lugar perfecto, porque el «reggae» es una forma de terapia colectiva. Bob Marley dijo que la primera cuestión era la emancipación de la esclavitud mental; los músicos del «reggae» lo entendieron muy bien.

Pero a nivel político, ¿qué nueva organización haría falta?

No es un problema de transformación política; la organización en partidos políticos y parlamentarismo es bonita, pero es incapaz de enfrentarse al colapso psíquico. No encontraremos soluciones en las formas políticas tradicionales, sino en una transformación psíquica del inconsciente colectivo. Necesitamos un movimiento musical de terapia social que lleve a otra manera de relación social.

Mientras tanto, parece que parte de la población se ha visto atraída por el fundamentalismo...

Hay un choque, de un lado, entre un racismo blanco de Marine le Pen en Francia o Donald Trump en EE UU, y de otro, de una violencia loca desesperada de una generación que ha perdido toda posibilidad de expresarse políticamente.

¿La educación ha de jugar un papel importante?

Pero hay que crear nuevas estructuras educativas, donde más importante que el saber sería el psiquismo y la empatía social.