Fran Escribá, entrenador del Villarreal, necesita que su equipo firme mañana una gesta en Mónaco para voltear el 1-2 de la ida y acceder a la fase de grupos de la Liga de Campeones. No será, en caso de conseguirlo, eso sí, la mayor proeza de su carrera. En 1988, Escribá fue uno de los protagonistas del histórico ascenso del Nules a Segunda División B.

Pepe Estañol era uno de los jugadores del pueblo, como Gabriel o Ramiro, que militaba en aquel equipo. Como suele ocurrir en las mejores historias que genera el fútbol, el logro del Nules se bañó en el matiz de la sorpresa. «No éramos favoritos ni mucho menos, qué va, qué va», recuerda Estañol, «al principio se hablaba de asegurar la permanencia. Éramos una plantilla muy corta con un presupuesto bajo. El Nules pasó en pocos años de Primera Regional a Tercera y nadie esperaba subir».

Estañol recuerda a Fran Escribá como «un futbolista muy técnico, zurdo, con una gran visión de juego. Ya se veía que tenía madera de entrenador, aunque era joven. Era uno de esos jugadores que lleva la táctica en la cabeza. Veía las cosas antes de que pasaran». El hoy entrenador amarillo fue pieza clave en la campaña del ascenso, la única que militó en el Nules. «Nos entrenaba Osman Bendezu. Empezamos jugando 4-4-2, como todo el mundo entonces, pero hacia la jornada siete o así cambiamos al 3-5-2 y funcionó». Dos centrales, un líbero, dos carrileros... Y Escribá, a sus 23 años. «Él jugaba de interior izquierdo».

Además de la táctica y la técnica, Escribá ya dominaba entonces otros intagibles del vestuario. «Tenía una personalidad muy abierta. Era el típico valensianet, que decimos nosotros, con muy buen rollo. El vestuario tenía dos líderes, el pichichi Gimeno y el defensa Gómez, que llamaban Rambo, pero Escribá, que venía cada día en coche desde Valencia con Pruden, Andrés y Olmos, que los cedió el Mestalla a cambio de un primo mío, hizo mucho por construir equipo. Le deseo lo mejor con el Villarreal, porque se lo merece».

Con un empate en la última jornada, un sufrido 2-2 en el campo del Villajoyosa, aquel Nules se proclamó campeón superando al acoso del Torrent y subió directamente a Tercera. «Era otra época y otro fútbol», rememora Estañol, «venía mucha gente a vernos. Aparte de la grada repleta, se formaban tres filas de espectadores alrededor del campo. Cuando subimos, el autobús de regreso no podía entrar ni a la plaza. Es una pena ahora».

Los números

Pepe Miralles, por su parte, es lo más parecido que existe a una enciclopedia humana del Nules. Sus archivos y sus datos confirman los recuerdos y las sensaciones de Estañol. «Escribá fue fundamental», comenta, «de los 40 partidos de la temporada jugó 37, y todos menos uno de titular. Fue el segundo máximo goleador del equipo con 17 goles y sin tirar penaltis, y además 12 de esos goles fueron el primero del Nules en cada partido, que aún es más importante. Marcó goles valiosísimos». A las virtudes apuntadas por Estañol, Miralles añade «sus arrancadas, también era rápido, lo que le hacía muy peligroso». Miralles habla con añoranza de aquella época, con el viejo Noulas, el característico velódromo alrededor del césped y el túnel de acceso a los vestuarios bajo la tribuna antigua. El sueño de la Segunda B en Nules, ya sin Escribá, solo duró una temporada. Ahora se llevan otros, de Champions: «mi hijo se ha sacado el carnet del Villarreal, de hecho».