El reloj del emblemático campanario de Segorbe marca las dos de la tarde. El estruendo de la carcasa retumba sobre una abarrotada calle Colón en la que miles de almas se dan cita para vivir, sentir y vibrar participando en un acontecimiento único: La Entrada de Toros y Caballos.

Tradición ancestral que data al menos del siglo XIV, declarada fiesta de Interés Turístico Internacional en 2005 y Bien de Interés Cultural (BIC) inmaterial en 2011. Emblema de Segorbe que la semana del 9 de septiembre sume a la capital del Palancia en un ritual de costumbres conservadas y preservadas a través de sus más de seis siglos de historia. Una fiesta única y singular, difícil de definir si no se siente. Y es por esto que Segorbe se convierte estos días en una «puerta abierta» que invita a visitantes de todos los puntos del mundo a conocer sus atractivo patrimonio, su naturaleza y, cómo no, su internacional Entrada. Un ritual «mágico» en el que caballos, toros, caballistas y público forman parte de un «todo» que no tendría sentido si faltase alguna de sus partes.

Son trece caballistas y sus monturas los que, a las dos de la tarde, esperan en Mesones la salida de los morlacos desde Argén para enfilar la calle Colón. Ellos son los encargados de guiar y abrir paso entre la multitud a los seis astados para recorrer los 450 metros que separan Mesones de la Cueva Santa. Ellos son la única barrera de protección entre público y astados. Es el público el que, como si de un milagro se tratase, consigue apartarse un segundo antes de que llegue la comitiva animal, que deja a su paso ese halo de emoción que se siente al vivir este momento a pie de calle. Son los toros los que, guiados por los equinos, forman el centro de ese rombo perfecto o punta de flecha durante el recorrido. Es la suma de un «todo» que hace de la Entrada una grandiosa tarjeta de presentación para Segorbe.

Aún así, la Entrada de Toros y Caballos es mucho más que esa estampa perfecta de plasticidad que dibujan jinetes, toros, caballos y público. La Entrada es identidad, sentimiento, adrenalina a flor de piel y nervios que, un minuto después, se convierten en satisfacción, emoción, ilusión y aplausos desmedidos por el trabajo bien hecho. Un espectáculo con raíces ancestrales y singularidad única marcado por su propia idiosincrasia y apenas modificado a lo largo de su historia que lo corona como uno de los tesoros patrimoniales con más solera de Segorbe. Una fiesta que, tras el regreso de los jinetes hasta Mesones entre vítores y con la previa matutina de la «Tría y la Entrada chica», da paso a ese otro ritual de pequeñas costumbres festivas en las que se sumerge la ciudad.

Gastronomía

Pasada la Entrada es «obligado» degustar la rica gastronomía que ofrece el municipio segorbino, deleitarse con su patrimonio y vivir sus tardes taurinas. Tardes de meriendas de amigos, de plaza, toreo y de concurso de ganaderías que coronan a altas horas con emboladas de toros y verbenas organizadas por las peñas hasta el amanecer.

Y porque no es lo mismo vivirlo que contarlo, Segorbe presumirá de fiesta de interés turístico internacional del 5 al 11 de septiembre, para que todo aquel que lo desee lo pueda vivir y contar a su manera.