Durante años el anterior equipo de gobierno del Ayuntamiento de Castelló, del PP, se dedicó a encargar maquetas de proyectos que jamás se llevarían a cabo, pero cada una de estas miniaturas costaba un riñón. En aquella época en que el PP estaba en estado de gracia electoral, todo valía para intentar hipnotizar a los electores.

Durante los sucesivos gobiernos del PP en la Generalitat y en nuestro ayuntamiento de Castelló se despilfarró a lo grande a costa de pequeñas maquetas. Estos días se ha encontrado, tapada con una lona en unos vestuarios del Patronat Municipal d'Esports, la del que iba a ser el Centro de Convenciones de Castelló. El proyecto, firmado por el controvertido arquitecto Santiago Calatrava, costó la friolera cifra de 2'7 millones de euros. Al final quedo como una maqueta inútil como alegoría de una era donde primaba la ostentación. Como aquel osado viaje del entonces alcalde, Alberto Fabra, y el conseller Font de Mora, a Santa Mónica —en California— para encargarle al autor del Guggenheim, Frank Gehry, un edificio de la leche para que fuera sede de la Valencia International University en un solar próximo al Hospital General. Disparaban con pólvora del Rey, jugaban frívolamente con los recursos ajenos. Hoy la VIU está en manos del grupo catalán Planeta que lo adquirió a un precio tirado, de saldo, de ganga. Aquel viaje costó lo suyo.

Como aquellos nefastos gestores debieron creer que nuestra tierra era como el Líliput de Gulliver la continuaron llenado de maquetas. Otra de ellas fue la del también frustrado proyecto «Samaruc», diseñada por el arquitecto Carles Ferrater, que contemplaba un pomposo proyecto para la denominaba la Ciudad de las Lenguas. Ese proyecto fantasma que el PP ha presentado en todas las elecciones municipales de este nuevo siglo. Al final «fum de canya» y nada de nada. El proyecto Samaruc debía de ejecutarse en el lugar donde hoy todavía radica el aeroclub, incluía un centro de alto rendimiento deportivo, dos hoteles, restaurantes y, cómo no, un campo de golf. Como los muchos que se iban a hacer y que jamás se llevaron a cabo en nuestra provincia. Aquella que en un alarde de fantasía se dijo que iba a ser la reina del golf. Volviendo al Samaruc, al final resultó que el proyecto de aquella fantasmal Ciudad de las Lenguas lo debía dirigir a buen puerto el exalcalde Gimeno y su hijo, también arquitecto, debía colaborar en el mismo. El organismo Castelló Cultural durante años fue costeando aquel capricho que —al final— naufragó estrepitosamente.

Desde el grupo municipal socialista, entonces en la oposición, votamos en contra de toda clase proyectos costosos como la compra del asilo de la ciudad que costó 18 millones de euros más los intereses que ha generado. Al PP se le inflaba el pecho reivindicando edificios para la ciudad al entonces gobierno socialista: «Contra Zapatero vivían mejor los de la gaviota», ¿a qué sí? ¿Qué fue de los edificios de la Comandancia de Marina, del antiguo Palacio de Justicia o de la sede de Hacienda? Al final todo quedo en humo porque ningún uso se les dio.

De aquella época proviene también que se diera un uso privado al tinglado del puerto para ubicar en el mismo un Casino de juego. Valiente concepción del interés público la que se ha tenido desde el PP de Castelló. Esa decisión perjudicial para los intereses de todos la denuncié hace años en este mismo foro.

Ahora que el PP ha perdido el ayuntamiento y la Generalitat, a los que le han sucedido, como ocurre con nuestra alcaldesa Amparo Marco, no les queda otra que recuperarse de la jibarización patrimonial la que fuimos sometidos. A lo que hay que añadir como el proceso de lenta reducción de la nuestra Comunitat hacia una autonomía de segunda. Las maquetas desaparecidas del circuito de Fórmula I, que costó lo suyo, o la de los gigantescos scalextric montados en honor del señor Ecclestone, el tío Bernie de Camps i Rita, son todo un símbolo del despilfarro efímero e inútil. Todos aquellos grandes fastos habrá que ir pagándolos (la factura alcanzará a nuestros hijos) durante muchos años. Años de desgobierno popular han hecho que el territorio valenciano, endeudado hasta la médula, deba la mitad de la riqueza que genera durante todo un año. Fue «la banda del empastre del PP» la que nos llenó de amortizaciones de capital e intereses hasta las cejas por sus caprichos megalómanos. Aquellas maquetas propagandísticas son lo único que ha quedado de aquellos efímeros megaproyectos deslumbrantes (junto con las deudas).

¡Dichosas maquetas!