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trastornos emocionales y embarazo

Se da por hecho que el embarazo es una etapa de felicidad, dicha y plenitud, pero ya sabemos que ningún embarazo es igual a otro, así como tampoco las personas ni somos iguales, ni afrontamos la vida del mismo modo.

También es conocido el barullo de cambios hormonales y emocionales que se producen durante la gestación, y es esta misma presuposición la que puede ocultar o mitigar la importancia de un trastorno emocional que necesite atención psicológica.

La depresión durante el embarazo tiene una prevalencia (porcentaje de personas que presentan una característica) de un 18,04 por ciento (O'Hara y Wisner, 2014), por lo que podemos decir que se trata de un importante problema de salud pública, que no recibe una correcta atención tanto en su detección como en su intervención clínica.

Durante el embarazo se recibe un seguimiento integral y continuo sobre el desarrollo del feto y la salud física de este y de la madre, pero no es nada común que se pregunte sobre las emociones, los miedos y la relación con la pareja. Por tanto, no existe un cuidado psicológico durante este proceso. Un cuidado que dotaría de recursos de afrontamiento ante el parto y ante los cambios que van a experimentar sus vidas, disminuyendo la incertidumbre, el estrés y la ansiedad.

Este apoyo es importante a nivel preventivo y mucho más si se detecta la aparición de una depresión gestacional, ya que estas alteraciones tienen consecuencias tanto en el desarrollo mental y físico del feto (bajo peso, hiperactividad, abortos involuntarios,...), como en la vida en pareja, así como en la futura madre, ya que aumenta el riesgo de padecer depresión posparto.

Muchas son las voces que reivindican una atención psicológica durante el periodo perinatal, pero para ello debemos empezar por dar luz a estos trastornos y entender que no todo vale por el simple hecho de estar embarazada.

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