Un deporte siempre es más que el simple juego. Meter una pelota en un cesto, que en su origen era de melocotones; llevar una calabaza hasta una zona defendida por el equipo rival y viceversa o ver quién llega antes del punto A al punto B a lomos de una bicicleta.

No obstante, con transcurso de los deportes a los largo del siglo XX se han empezado a crear mitos, a desarrollar identidades y a completar el hecho mismo de la práctica deportiva con elementos externos que se mimetizan con el propio deporte y que no se circunscriben al deporte de élite.

Por ello mismo no se entiende ir a Castalia sin la albinegra, empezar una partida de pilota sin espetar el va de bo, cavallers en el trinquet o hacer una ruta ciclista por la Serra d'Espadà sin desayunar en el Restaurante Paquita en Eslida.

Desde hace más de 40 años los grupos ciclistas que se asoman a las maravillas naturales de la sierra que fue de los alcornoques tienen como referencia el desayuno en casa de Paquita y Rafael, en lo que primero fue la cope en relación al Bar de la Cooperativa y luego se transformó en el Restaurante Paquita. El matrimonio fundó el bar casi al mismo tiempo que fundó su familia. De hecho, uno de los hijos, Vicent, contaba que casi «nació en la barra de la cope». Los padres siguen ayudando en el restaurante, pero son ahora los hermanos Vicent y Rafael quien llevan el peso del negocio.

La tradición de los que dan pedales se asienta, obviamente, en un esmorçar ciclista que se compone de «tortilla de jamón y queso, ensalada, bebida y café, ya sea en plato o en bocata», y todo ello con productos de toda la vida, que ahora han venido en llamarse de kilómetro cero.

Con ello, el café es de Borriana y lleva el sello de Cafés Almela, y el ron que acompaña a su producto estrella procede de exóticos lugares tan singulares como Sagunto.

No obstante, tratándose de Eslida, lo que culmina un verdadero almuerzo ciclista es el carajillo de miel, auténtico embajador del saber hacer apícola de la comarca hasta el punto de llamarse «Carajillo Espadán». Precisamente, la ubicación de Eslida permite que los ciclistas de cualquier nivel se citen en este municipio sea cual sea la intensidad de su ruta. Además, por el restaurante también pasan otros turistas que aprovechan todos los recursos de la comarca.

«Más allá del paraíso de los ciclistas, también pasan motoristas, senderistas, e incluso hace poco tiempo vino una excursión de unas cincuenta personas que venían de Lanzarote», explicaba Vicent Pitarch. Sea como sea, si usted es ciclista, senderista, turista o simplemente paseante en Eslida le espera el «paraíso» gastronómico regentado por el carajillo de miel.