Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sexualidad e infertilidad

Las parejas pueden sufrir problemas sexuales, o no, independientemente de su fertilidad reproductiva, aunque es indiscutible que, una vez se ha detectado una situación de infertilidad y se acude a tratamiento especializado, la vida sexual de estas parejas se ve altamente condicionada, y no todos lo vivencian del mismo modo, pudiendo generar conflictos y una distancia emocional en la relación.

En general, el sentir mermada la capacidad reproductiva, más cuando se desea tener descendencia, provoca en la pareja sentimientos de no valía y de ansiedad que de por sí pueden interferir en una vida sexual sana. Si la dificultad de procrear se centra en un miembro único de la pareja, se le añaden sentimientos de culpabilidad que también están reñidos con el erotismo.

Todos estos sentimientos se desarrollan antes de iniciar ningún tratamiento invasivo. Cuando comienzan las inyecciones y las pruebas médicas, las hormonas de las mujeres se ven alteradas y los hombres pueden sufrir molestias físicas si se les practica alguna punción.

En estos momentos es cuando el placer, que hasta ahora asociaban a las relaciones sexuales, se convierte en una obligación condicionada a un control externo totalmente planificado. Los contactos sexuales se limitan al objetivo de tener un bebé, recordando en todo momento el sufrimiento que provoca la dificultad para concebir un hijo. Así pues, se pierde toda la espontaneidad y desinhibición que necesita el sexo para resultar placentero y fortalecedor de la intimidad de la relación amorosa.

La imagen corporal que tienen de sí mismos se ve alterada de igual modo, provocándoles inseguridades por sentirse poco atractivos y deseables y disminuyendo su libido e impulso sexual, lo que genera relaciones sexuales poco placenteras o insatisfactorias que refuerzan esos sentimientos de inaptitud.

Todas estas presiones acaban afectando a la relación de pareja, puesto que estas situaciones y tratamientos no suelen ser de corta duración y, con cada intento fallido de ser padres, se vive una nueva desilusión y un volver a empezar, detrás de otro, desesperanzador. Esta problemática se puede ver agravada cuando el nivel de implicación con el tratamiento dista mucho entre los dos miembros de la pareja.

Por todo esto, cada vez más se unen los psicólogos a los equipos de profesionales de los centros de fertilidad, y no solo para realizar las valoraciones psicológicas necesarias en la donación de gametos, si no también para el seguimiento de las parejas que se someten a tratamientos de reproducción asistida y realizar, tanto terapia de pareja, como sexológica, si fuera necesario.

Compartir el artículo

stats