La esperada -y obligada- convocatoria de la junta general de accionistas, lejos de aminorar la tensión en torno al Club Deportivo Castellón, ha acabado por alimentar el fuego de este averno en el que nos consumimos en las últimas décadas. Con todo lo que se ha escrito y dicho de parte, quedaban sólo por pulir los detalles. Pero David Cruz prefiere el trazo grueso, por eso esconde hasta el último momento el valor de la reducción de capital social y la cantidad de la ampliación que se antojan ineludibles para evitar la causa de disolución en que estamos inmersos. Huelga decir que con el 70 % de las acciones que ostenta en la actualidad se aprobará sin más su plan, que no es otro que el de mantener abierta la posibilidad de renovar su control de la sociedad, merced al ardid de una operación acordeón ad hoc, primero reduciendo en un tercio el valor nominal de los títulos y luego emitiendo los nuevos por valor de poco más de un millón. Pero eso no lo anunciará hasta el día de los Inocentes.

El eufemístico paso atrás con que engatusó a una advenediza alcaldesa o la cesión de su derecho preferencial devienen inocuo mientras la reducción de capital social no sea a cero, esto es perdiendo todo valor las acciones y expulsando asía a sus propietarios, Osuna o Cruz, que esa es otra. Este presidente a sueldo pretende perpetuarse con cargo a una inyección de los aficionados de a pie. Y si no es así, poco tardará en responsabilizar a los albinegros de la disolución de la sociedad. El chantaje emocional, en feliz y preocupante terminología acuñada por Conrado Marín.

Ningún inversor que se precie pondrá su dinero a disposición de un mal gestor. Y éste lo es de manera exagerada, con deudas por doquier y no pocas dudas sobre el destino de los muchos ingresos que ha heredado. Cualquier empresario que pudiera interesarse exigirá la lógica reducción a cero del valor nominal actual de las acciones. Pero Cruz confía en el patriotismo de esta apasionada afición y que sean muchos los que suscriban pequeñas cantidades, hasta asegurar una atomización tal que siga siendo el accionista mayoritario, ergo el que gobierne.

En el mejor de sus sueños, con ese objetivo cumplido, sabe que la ampliación no corrige ni de lejos las necesidades de la sociedad, pero le serviría para asegurar su sueldo una temporadita más y esperar, que esa y no otra es su estrategia, la de dejar que pase el tiempo, ampliando si cabe el problema, hasta cobrar por aburrimiento una oferta que le aparte del que queremos siga siendo nuestro club y el de todos los castellonenses.

Por eso hace falta despertar. Más allá de las protestas, la intervención. Los accionistas minoritarios denunciando ante el juez la causa de disolución, para que sea éste y no Cruz quien dicte las condiciones de la ampliación de capital. Y al mismo tiempo que el Ayuntamiento de la capital constituya una Fundación al objeto de recabar ese dinero que sirva para cubrirla, solo cuando desaparezcan los actuales gestores y todos sus predecesores. Todo lo que no sea así son concesiones a Cruz y su plan de supervivencia personal, que ya parece no necesita siquiera del convenio de cesión de Castalia, en un nuevo quiebro a la legalidad y otra burla en la cara de la alcaldesa.

El regreso de Blasco. La semana pasada se produjo un hecho insólito que parece desapercibido en el oleaje de noticias que nos ahogan. Digo de la ratificación de la declaración de Antonio Blasco ante la jueza que investiga el presunto expolio del club. Es decir que el ex consejero delegado considera innecesario contrarrestar un informe pericial externo que señala el desvío de dinero a sus cuentas. Yo casi que lo calificaría como una confesión.

Tengo claro que a David Cruz y a Antonio Blasco (y por extensión a García Osuna) se les ha acabado el tiempo, sólo espero que sea antes que al Castellón.