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Opinión | Las cuarenta

Debuts

El debut de Manu Calleja en el banquillo -es un decir- del CD Castellón defraudó a la legión de enemigos que le ha nacido de golpe

El debut de Manu Calleja en el banquillo -es un decir- del CD Castellón defraudó a la legión de enemigos que le ha nacido de golpe. Son aquellos que deseaban una derrota sin decirlo o esperaban cambios radicales en la alineación para afearle su servilismo con el presidente, pero, resultados al margen ­­-y mi reivindicación de la titularidad de Jordi Marenyà-, el nuevo míster ha venido a demostrar una independencia que, eso sí, deberá saber mantener ante la conocida tendencia sumarísima de David Cruz y sus tan fieles como descarados seguidores. Digo de Ramón Moya y Saúl Suay, que no dimiten pese a sus repetidos fracasos y ridículos.

Calleja no esperaba ese recibimiento tan hostil, pagando la factura de las miserias de la gestión de su jefe, y acabó respondiendo con una versión refractaria de sí mismo, castigando a la prensa con reproches y vetos que nunca pueden justificarse con aquello de que fue otro quien empezó. Yo le animo a reconsiderarlo, en el convencimiento de que a poco que se asiente acabará granjeando simpatías, haciendo olvidar a Frank Castelló como éste hizo antes con Kiko Ramírez y parecía imposible. Porque dentro de nada el técnico dejará de parecernos el aliado presidencial para convertirse en una nueva víctima, y con ello generará la empatía de la que ahora carece. Y no me refiero tan sólo a la vergüenza de tener que seguir dirigiendo al equipo desde la grada, en puridad una anécdota al lado de la que le espera con los personajes con los que ahora se cree amparado, y que con su contratación nunca buscaron otra cosa que desviar la atención mientras Cruz gana tiempo para alcanzar lo que pretende: no cargar con el millón de euros que le costarán las acciones cuando pierda el juicio contra García Osuna.

Por eso no comparto críticas gratuitas al entrenador, más allá de las puntuales en el ejercicio del cargo, y espero de él una correspondencia biyectiva. El objetivo único sigue siendo que el presidente se vaya, y no quienes le acompañan, casi todos aprovechables para un futuro mejor. Como ya dije este verano, no entiendo que se recriminara a quienes nos hicimos socios, tampoco el ensañamiento con los directivos que hayan podido participar en la gestión y, ahora, el rechazo al nuevo entrenador o la persecución al aficionado que ha pagado el autobús de Novelda. Queda claro que eso beneficia a Cruz. Y mucho. Más quienes así han obrado asumen con gusto tan nocivo estigma a cambio de una satisfacción interna que no pueden compartir ni busca reconocimiento alguno. Algunos no lo pueden comprender. Pero en ese objetivo único que deviene Cruz, tampoco vale cobrarse víctimas del bando propio, aunque allanen el camino.

Mientras, como hoy toca dejar constancia de la opinión que merecen todos los debuts, no era menos esperado el de la alcaldesa. Y más clara no ha podido hablar. Como en los casos mencionados, seguro que también habrá quien reclame una actuación más directa, como enviar a la Policía Local para expulsar a Cruz de Castalia. Pero debemos reconocer que pese a la satisfacción que nos diera sólo imaginarlo, el problema seguiría siendo el mismo.

Amparo Marco ha sido contundente con Cruz, pero también con quienes han utilizado los medios de comunicación para presionar al ayuntamiento vendiendo con excesiva antelación y falta de contenido su oferta. Menos hablar y más actuar les ha venido a decir a unos y otros, sobre todo cuando ambos coinciden en reclamar una cesión de Castalia casi a perpetuidad como base para llevar adelante sus proyectos. Y así no.

Que la sociedad mercantil no valga nada es un hecho irrefutable, pero mientras no se demuestre lo contrario Cruz tiene la sartén por el mango en las negociaciones, para contrarrestarlo hay que derivar hacia él los mismos problemas que ha generado. La alcaldesa lo tiene claro.

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