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El año que pasamos olímpicamente

1992 fue prolijo en acontecimientos que van de la beatificación de Escrivá de Balaguer a la muerte de Camarón

El año que pasamos olímpicamente

Una crónica del año 1992 no debería centrarse únicamente en los fastos relativos al Quinto Centenario del descubrimiento de América o a las olimpiadas de Barcelona. Aquellos 366 días (pues, como todos los años que se celebran los Juegos, fue bisiesto) dieron para mucho. Los miembros del Opus Dei vivieron la beatificación de su fundador san Josemaria Escrivá de Balaguer, que subía a los altares por obra y gracia del papa Juan Pablo II. El escritor de la Vilavella Manuel Vicent, enviado especial a la piazza de San Pedro, certificó que en la mañana del 17 de mayo se produjo el prodigio: un camello atravesó el ojo de la aguja, que era casi tanto como afirmar que un rico, al fin, podía entrar en el reino de los cielos.

En otro orden de cosas, la mafia siciliana liquidó al juez Giovanni Falcone. También fallecieron, aunque de enfermedad, el cantaor flamenco Camarón de la Isla y el ex ministro de Asuntos Exteriores Francisco Fernández Ordoñez. Y murió, a la edad de 87 primaveras, Celia Gámez, la vedette que cantó «Ya hemos pasao», tras la victoria franquista, como réplica al «No pasarán» de los republicanos madrileños.

Por fortuna, la condena a la pena capital que dictó el régimen iraní de los ayatolás contra el escritor Salman Rushdie, nunca se llevó a la práctica, y el autor de Los versos satánicos, aunque haya llevado una vida de clandestinidad, todavía está con vida.

La década socialista

En octubre del año olímpico se cumplió una década del ascenso al poder de Felipe González. El PSOE, que en ese momento estaba controlado por el aparato guerrista, lo celebró rescatando del olvido la foto del 82, en la que Alfonso Guerra levantaba la mano del líder como si fuera el juez en un combate de boxeo. Desde aquella ventana de hotel, que enmarcaba a la pareja de sevillanos, se hacía muy complicado adivinar qué decretos lograrían llevar al BOE y cuáles se quedarían sin firmar tras el Consejo de Ministros. Los diez años parecían un buen momento para hacer balance de sus «más» y de sus «menos».

Mucho se ha teorizado sobre laos tándems de la política. El que formaron de González y Guerra, como ocurre con casi todos, no acabó muy bien que digamos. Tampoco concluyó con el happy end, la pareja que años antes habían formado el presidente Adolfo Suárez y su vicepresidente Fernando Abril Martorell. Y eso mismo les ocurrió al lehendakari Carlos Garaikoechea y el presidente del PNV Xabier Arzalluz, o al Molt Honorable Jordi Pujol y su mano derecha Miquel Roca i Junyent. Sucedió así y sigue sucediendo, como nos han demostrado, en fecha reciente, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. El «ticket» político más estable que ha conocido España, fue sin duda el que unió hasta la muerte a Francisco Franco y a Primo de Rivera, duró casi cuarenta años. El secreto es que uno era «el Caudillo» y el otro «el Ausente».

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