El discurso político ha cambiado estos últimos años, pero las formas siguen siendo las mismas. Hace falta un cambio profundo en las instituciones y esto implica actuar en consecuencia. No existe una línea que separe lo público de lo privado. Así que el control que se está intentando poner sobre las instituciones predicando transparencia, supervisión, etc, no sirve de nada si no se mantiene cuando el dinero sale de las instituciones.

Hemos visto como el dinero público se entrega a empresas privadas o «entidades sin ánimo de lucro» por distintos caminos como subvenciones sin concurso, convenios singulares, empresas públicas? con el único objetivo de escapar al control y bajo la excusa de poder ser más ágiles en el desarrollo de proyectos.

Ha pasado en la Fundación de fiestas, en el C.D. Castellón,? y en otras muchas ocasiones que estamos viendo pasar por los juzgados.

Y seguirá pasando si no se pone remedio a esa situación. Cualquiera que reciba dinero público debe ser susceptible de ser inspeccionado por el ciudadano que paga sus impuestos y debe guardar las medidas de transparencia e información sobre el destino del dinero que mueve al igual que una institución pública.

En caso contrario, nos volveremos a encontrar en el futuro con desvíos de dinero público hacia empresas que luego financian y devuelven favores a los políticos que les conceden las subvenciones o los contratos públicos.

Esto está en la mano de todo político simplemente incluyendo unas cláusulas que exijan determinados comportamientos éticos y de transparencia a la hora de conceder una subvención o un contrato público.

Ejemplo claro es el CD. Castellón que está en un momento crítico donde podemos intentar saber que se ha hecho con el dinero con ayuda de grupos de accionistas como Sentimiento Albinegro. Pero, si nos planteamos buscar un proyecto económico de futuro tiene que ser abierto a todos los ciudadanos de Castellón, transparente hasta la extenuación para dar confianza, y respaldado por profesionales.

Se trata de hacer una apuesta segura y hay que cambiar los paradigmas de la empresa privada. Lo público y lo privado ya no tienen una línea que los separa y que permite eludir los controles una vez se traspasa.

Un fenómeno social como es el CD. Castellón es patrimonio de la ciudad y no de los accionistas ocasionales. Requiere una protección pública en garantía de su buena gestión para revertir los beneficios sociales antes de facilitar cualquier ayuda económica o de medios.

No se trata de que todo sea público, pero la empresa que quiera competir en el sector de lo público debería hacerlo en las mismas condiciones que hace cualquier ente que maneja dinero de todos.

Solo hay que preguntarse ¿Cuando lo privado es incompatible con la transparencia? Cuando aparecen los trileros que manipulan la información.

La transparencia es garantía de buena gestión, esto es seguridad, se gana la confianza de los inversores y financieros, y se garantiza el apoyo ciudadano.

La economía se tiene que democratizar para que no sea el concurso de acreedores el único fatídico final de una empresa mal gestionada, y estamos viendo avances en sectores privados como la «banca ética». Toca empezar a extender estas formas a otros sectores sobretodo cuando reciben dinero público.