Qué bien se lo está pasando el Partido Popular con el primer cisma que llega desde el flanco izquierdo. Tranquilos en su bancada, sonríen mientras Compromís y Castelló en Moviment reparten estopa a un PSPV superado por la polémica sobre la decisión personal de la alcaldesa, Amparo Marco, de fichar como director de la Oficina de Planificación y Proyección Económica a Juan Ángel Lafuente. El PP se frota las manos pensando que, en estos dos años que quedan hasta unas nuevas elecciones municipales, el tripartito se hará trizas y le devolverá la mayoría absoluta que los castellonenses le retiraron en 2015. Y razón no les falta, porque en su afán por ocupar el espacio del progresismo de la capital de la Plana, PSPV, Compromís y Castelló en Moviment pueden servir en bandeja de plata la cabeza de la alcaldesa en 2019.

El PSPV ha cometido un error de bulto, que no es otro que no haber consensuado con sus socios del Pacto del Grau el nombre del director de marras. Soberbia, o quizás inconsciencia, aderezada por elegir a una persona que renunció a ser concejal hace un año y a la que ahora sí le hace gozo trabajar en el ayuntamiento, eso sí, cobrando casi el doble que como edil. Nadie duda de su capacidad, pero sí del camino elegido. Lo mejor que podría hacer Lafuente, por el bien de su partido y del gobierno municipal, es dimitir, para quitarle al PSPV la presión de hacer cumplir la moción -aprobada por 20 de los 27 concejales del pleno- de cesarle de su cargo y para liberar a Amparo Marco, que se niega a destituirlo, de un desgaste mayor.

Compromís necesitaba desmarcarse de cara a sus militantes, pero su bofetada al PSPV puede convertirse en un ´boomerang´ al no haberlo solucionado en la alcoba. El daño a los socialistas salpica al propio bipartito, y deberán hilar fino para no pagarlo caro a medio plazo. El PP va ahora de digno y espera plácido en la otra orilla, pero pocas lecciones puede dar tras 24 años de mayoría absoluta en el consistorio salpicados por un sinfín de estómagos agradecidos.

Castelló en Moviment, la tercera pata del Pacto del Grau, tiene unos principios definidos y, si no gustan, que no esperen en el PSPV que los cambien cual Groucho Marx. Son pieza fundamental para la estabilidad y hay temas por los que no van a pasar, aunque eso beneficie, paradójicamente, a la derecha. Un harakiri en toda regla.